Del Niño Jesús a la vieja Belén

Del Niño Jesús a la vieja Belén

RAFAEL TORIBIO
Todos, en especial los niños, esperamos que nos llegue algún presente en el año que concluye o en el que empieza.

Las expectativas de recibir un regalo, siempre presente desde que se inicia la Navidad, pero ahora son mayores que en tiempos anteriores por efectos de la globalización y la penetración de los medios de comunicación en los hogares y en toda la sociedad. De manera insinuante, insistente y apabullante se nos hace saber lo que está disponible para nosotros, en cualquier parte del mundo, así como la variedad de las opciones y la facilidad de poder obtenerlo.

Pero la realidad es que aunque se nos crean estas expectativas y esperanzas, sólo unos pocos podrán satisfacerlas. La mayoría tendrá que conformarse, con el consiguiente nivel de frustración, con lo que le pueden permitir sus particularidades posibilidades, siempre menores a lo deseado y a las expectativas creadas.

La tradición de entregar y recibir algún presente en el período comprendido entre el año que termina y el que comienza, ha sufrido en este mundo globalizado influencias que tienden a modificarla. Pero también encontramos una resistencia a favor de la permanencia de los usos y costumbres propios.

Desde hace algunos años el Niño Jesús, que era el encargado de traer la alegría en forma de regalos en todas las capas sociales del país, comenzó a tener una fuerte competencia en los Reyes Magos. La disputa sobre quién traía los regalos, cuándo y dónde, se resolvió mediante una distribución territorial de competencias: el Niño Jesús en algunas regiones del país la noche del 24 de diciembre y los Reyes en otras, en la noche del 5 de enero.

Pero ese acuerdo prontamente es violentado. Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás, o simplemente Santa, incursiona con su trineo en la distribución de regalos y juguetes y escoge el día de los Reyes para traerlos. Y cada día está teniendo una mayor presencia. Inicialmente sólo era esperado en los hogares de las capas sociales altas, pero ahora se ha extendido a los de sectores medios y bajos. Además de haber desplazado en muchos ámbitos sociales al Niño Jesús y a los Santos Reyes, ha impuesto una Navidad con nieve y trineo en un lugar donde en invierno lo que hace es menos calor y el burro es más representativo que el reno.

Mientras el ámbito ampliamente democrático del Niño Jesús tuvo que ser reducido y compartido con los Reyes, Santa gana terreno cada vez con mayor amplitud, no solamente en las capas sociales superiores. A través de los medios de comunicación se expande hacia sectores populares, por lo que en la actualidad Santa es esperado, y hasta parece que llega con cierta frecuencia, en viviendas de las zonas marginales.

En este batallar por espacios territoriales y sociales respecto a quién trae qué y a quién, la Vieja Belén permanece como la última oportunidad de los menos favorecidos. Es la esperanza de niños y mayores que fueron olvidados por el Niño Jesús, los Reyes y Santa. Es la encargada de traer algún presente a los olvidados y excluidos.

En estos momentos en que los efectos del Noel y Olga han hecho perder los escasos bienes materiales de una parte importante de la población, y también las esperanzas de recibir algún presente, apostemos a la Vieja Belén. Que esta buena señora, que no se olvida de los olvidados, haga renacer en ellos y en nosotros la confianza, la solidaridad y la esperanza.

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