Del oficio docente al ejercicio profesional

Del oficio docente al ejercicio profesional

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Desde que Eugenio María de Hostos fundó en la ciudad de Santo Domingo la primera escuela del país dedicada a la formación de maestros hasta hace poco, el ejercicio docente no era más que un oficio mal remunerado ejercido por bachilleres o por personas con poca o  ninguna perspectiva de futuro. Afortunadamente, ya no es así. Hoy, los profesionales de la educación que laboran en las escuelas públicas y en colegios privados de altos estándares devengan niveles de salarios igualables a los de los profesionales  de otras áreas del saber.

En la actualidad, la profesión docente es una de las más preferidas por el estudiante universitario de nuevo ingreso. Veinticuatro instituciones dominicanas de educación superior, incluyendo la UASD y la PUCMM, ofertan dicha carrera. Más de 50 mil estudiantes universitarios cursan estudios de educación en las universidades y en los institutos de estudios superiores que la ofertan. De conformidad con las estadísticas oficiales, más del 80% de los maestros (plural extensivo que  engloba la totalidad, sin hacer hincapié en el sexo)  en servicio posee un título universitario o de técnico profesional que lo acredita como tal. Y, muchos de ellos han cursado estudios de postgrado, de especialización, de maestría, o de  doctorado, en universidades dominicanas y extranjeras.  Pero, casi todos empezaron a ejercer el oficio de maestro mucho antes de haber completado su formación profesional, por lo que cabe preguntarse: Una vez completada su formación, ¿esos profesionales de la educación abandonaron sus viejas prácticas o, continuaron desempeñándose como lo hacían antes? Si nos atenemos a los estudios realizados por esos maestros, estaríamos en condiciones de afirmar que el país hoy cuenta con mucho más y mejores docentes que antes. De ello, no me cabe la menor duda.

En comparación con los devengados por profesionales de otras áreas del saber, podemos considerar como altos los sueldos de los profesionales de la educación que laboran  en colegios privados bilingües, los especializados en pedagogía terapéutica, las maestras de relumbrante belleza que ejercen en colegios y escuelas de educación inicial, los especialistas en orientación técnica vocacional, entre otros.  Pero, aún persisten las quejas por los bajos salarios (de hambre según los dirigentes de la ADP) que devengan los maestros sin ninguna especialización que laboran en escuelas y liceos públicos. También, las críticas de los padres de familias por las formas y maneras que suelen emplear esos maestros en sus movilizaciones de protesta en reclamo de mejores salarios y de mejores condiciones de vida y de trabajo.

El Ministerio de Educación es el mayor empleador de la República Dominicana. La nómina de pagos de los servidores de esa dependencia estatal representa más del 20% de la de todo el sector público. Y esto se constituye en  gran obstáculo a la hora de disponer de elevaciones de salarios a los niveles en que suelen reclamarse. 

Los sueldos de los maestros de escuelas públicas no son altos como cabría esperarse que lo fuera; tampoco, tan bajos como alegan los dirigentes magisteriales. Si de mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los maestros se trata, hace falta mucho más que aumentos de salarios.  ¿A cuánto debe ascender el salario de un maestro para que éste pueda adquirir una vivienda por modesta que fuera; para alimentarse apropiadamente; para adquirir un buen seguro de salud y de vida; o para marcharse con dignidad de este valle de lágrimas en el que se ha convertido el mundo en que nos ha tocado vivir? Para cubrir esas y otras necesidades que a diario se les presentan, el maestro tiene que percibir un salario que el Estado dominicano no está en condiciones de pagarle.     

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