Del Padre J. L. Alemán, economía y moral

Del Padre J. L. Alemán, economía y moral

 JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Si bien para mí la ciencia económica es un territorio inhóspito en el cual se alternan asustantes páramos y extraños arbustos de ideas y propósitos inextricables, cuando leo la lucidez sabía del Padre José Luis Alemán, me siento cómodo y capaz de comprender lo que momentos antes era ininteligible. Me refiero ahora, específicamente, a su artículo “Modernidad, Estado mínimo y Estado social en América Latina”, publicado el viernes once de este mes en la sección de Economía del diario que estamos leyendo.

Me llamó especialmente la atención su referencia a James Buchanan, el laureado economista nacido en Tennesse en 1919 (el año en que mi padre fundaba su revista “Cosmopolita”, lo cual para mí es importante y no puedo dejar de lado la mención). Buchanan, Premio Nóbel de Economía 1986, fue uno de los protagonistas de un importantísimo Seminario realizado en la Universidad de Munich (Alemania) a fines de 1998, ya con setentainueve años (debemos volver al respeto a la ancianidad), conjuntamente con Musgrave, a quién alemán llama el Keynes de la Economía Pública Funcionalista.

Nos refiere José Luis Alemán que el tema principal del quinto y último día de este notabilísimo Seminario, fue “Moral, Política y Reformas Institucionales”. Buchanan “comenzó el día con una fascinante exposición de tres tipos posibles de comportamiento de los agentes económicos”. Y precisa: Se trata de la Sociedad Anárquica “cuando entre los actores predominan quienes buscan únicamente sus intereses y desconocen los de los demás”. Es Comunitaria “cuando persigue el bien del grupo pequeño de la comunidad, religión o etnia, sobre el de la colectividad nacional”. Cuando buscan su interés particular, pero tomando en cuenta el daño que causan a otros “la comunidad es moral”.

Agrega Alemán que para Buchanan “sólo la tercera opción es correcta”.

Y que para éste: “De su vitalidad y vigencia, de la moral, depende el futuro del siglo XXI más que de la economía y la técnica”. Cuando se llega a las esencias…¡cuán claro resulta ser el panorama!

Siguiendo ese camino, así como llegamos a entender (usualmente tarde) que los mayores placeres son los menos complejos y costosos, de igual modo llegamos a entender (también tarde) que el bienestar comunitario, masivo, nacional, constituye la mejor garantía de nuestro bienestar privado.

Moral, término derivado de “mos”: costumbre, como ética de “éthos”, se han empleado indistintamente. Cicerón (De fato. I, 1) dice que “puesto que se refiere a las costumbres, que los griegos llaman ethos, mientras nosotros solemos llamar a esta parte de la filosofía una filosofía de las costumbres, conviene enriquecer la lengua latina y llamarla ´moral´”.

Hay que hablar de moral y de legalidad.

En cuanto a legalidad en sentido moral, encontramos en Kant su sentido más estricto. Kant distingue entre legalidad y moralidad. La determinación de la voluntad que tiene lugar según la ley moral, se llama ´legalidad´; sólo la determinación de la voluntad que tiene lugar por amor a la ley, puede llamarse moralidad. (Kultur der Moralitat in uns).

Pero hay de comprender que la llamada Ley Moral, usualmente no lo es.

Se trata simplemente de la Ley del más fuerte, que sigue estando presente como la diaria luz del sol, con la diferencia de que cae sobre todo el planeta a la luz del sol, con la diferencia de que cae sobre todo el planeta a la vez, sin noches frescas iluminadas de una y estrellas.

Me aferro al Buchanan que nos presenta el Padre Alemán: “De la vitalidad y vigencia de la moral, depende el futuro del Siglo XXI, más que de la economía y la técnica”.

Nuestro país atraviesa una espantosa crisis moral, peor (aunque no nos agrade reconocerlo) que la terrible crisis moral que representó la sumisión nacional a los caprichos o propósitos de Trujillo.

Es que las malignidades se democratizaron.

También la inmoralidad.

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