El país vive entre acuerdos y acuerdos, sin ponderar que en el terreno del deber ser, los acuerdos políticos deben procurar el Bien Común consistente en beneficiar las partes, sin perjudicar ninguna; y causar bien al todo conformado por el sistema políticopartidario y la nación misma.
En este contexto, los acuerdos firmados no califican para acreditarlos como procuradores del Bien Común, que constituye la obligación principal del Estado y los partidos; más de los social cristianos que hacen de este precepto parte consustancial de su doctrina.
Partiendo que lo principalmente acordado, reforma constitucional, no reviste prioridad al no conducir necesariamente al accionar inmediato resolutorio de las urgencias padecidas por nuestra sociedad; accionar rector del Bien Común.
El acuerdo firmado entre el Presidente Fernández y el PRSC se limita al endoso de éste a dicha reforma, sin contener disposiciones beneficiosas para el partido y la nación. Perjudica y causa malestar a su contraparte signataria en su calidad de presidente de un PLD cuyos aspirantes se sienten desplazados por rumores de concesión de plazas electorales; aún cuando voceros del reformismo gubernamental negaron compromisos al efecto.
No beneficia al PRSC puesto que en lugar de propiciar lo que necesita, la reunificación precipita la estampida del reformismo opositor hacia otras parcelas, la exclusión o simplemente el repliegue de dirigentes. El reformismo gobiernista no luce entusiasmado con lo firmado, concentrándose en salir airoso en la inmediata contienda interna, mientras cuestiona el proceso que se sigue augurando la ya clásica división que sufre el PRSC cada vez que celebra primarias.
Tampoco se garantiza que lo firmado, si se concretara en acuerdos electorales, se recogería la sumatoria total de las voluntades. O, si por el efecto sinérgico en los fenómenos políticos, esta sumatoria provocaría una disminución de votos en cada parte signataria de cualquier pacto.
Y no contribuye al Bien Común que el PRSC siga proyectándose como comodín, dejando cancha libre a un bipartidismo estatizador populista, PLD PRD, que a pesar de sus confrontaciones aparentes practican modos similares de gobernar en materia de gasto público, subsidios, tributación, endeudamiento, etc.
El único acuerdo posible que visualizamos para alcanzar el Bien Común sería propiciar la reunificación del reformismo en torno a sí mismo para presentarse así en las próximas elecciones recurriendo a una modalidad federativa como la prolongada y exitosamente vigente experiencia de la Unión Demócrata-Cristiana que todavía hoy predomina en la Alemania desde la postguerra.
Para ello resulta imprescindible conformar una dirección consensuada en la contienda interna del PRSC.
Eso sería Bien Común: todos beneficiados, nadie perjudicado.