Del Senado y Velázquez Mainardi

Del Senado y Velázquez Mainardi

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Se pasea uno por Roma y encuentra en las tapas de alcantarillas, en los autobuses y en diversos elementos destinados al uso por parte del pueblo, las siglas SPQR, (Senatus PopulusQue Romanus), alusivas a la unidad del Senado con el pueblo, su firme disposición a servir con su experiencia de vejez (Senado viene de Senex, viejo, y originalmente se llamó Consejo de Ancianos). Aún en la Era de Trujillo, con todas las limitaciones naturales en una dictadura feroz, los miembros del Senado de la República eran personajes respetables, aunque estuviesen doblegados ante la asentada realidad de un régimen opresivo y peligroso, que parecía eterno.

Pero existía un pudor. Existía en, tal vez, la mayoría de los senadores de entonce una intención y un deseo de acercarse lo más posible a la actuación virtuosa; y conviene recordar al filósofo y religioso chino Lao-Tse, quien unos seis siglos antes de Cristo decía en su Libro del Sendero Recto que «La virtud se asemeja al agua, la cual se adapta a todo»..

¿Estaremos ya del lado interno de la puerta atroz donde el envase de la virtud se ha roto y, como agua derramada y podrida, hace charcos de pestilencia?

Este Senado nuestro, que entrena edificio multimillonario, no merece ni respeto ni consideración atenuante, salvo excepciones porque no vivimos un régimen de fuerza como el que padecieron aquellos senadores de Trujillo o de Ulises Heureaux o de cualquier tiranuelo más o menos transitorio. La fortaleza del Partido Revolucionario Dominicano llevó al Senado a personajes muy cuestionables, en base a su poderío económico unido a un arraigo regional habilidoso. No digo que el Senado Dominicano sea una guarida de personas indignas de estar allí en defensa del pueblo, de la buena razón y la sabia prudencia. Dijo que, que por su actual composición, resultado de lo peor del partidarismo, nuestro Senado, mayormente, hace enrojecer de vergüenza. No menor daño ha recibido la Cámara de Diputados, que es capaz de proteger al «Cónsul de los chinos».

Cuando uno mira hacia este Poder Legislativo y no le quepa más remedio que observar su incapacidad, sus festinaciones y despreocupaciones (llamémosles así) le cruza por la mente la mavalda idea de que como no sirven para nada bueno, deberían ser anulados. Pero eso es un disparate, muy peligroso por demás, que nos llevaría a la destrucción de una corrección democrática que nos ha costado muy cara y debemos preservar, no obstante los atentados perpetrados contra su salud y eficacia.

El caso de la negativa senatorial a otorgar su requerida aprobación al nombramiento del valioso y patriótico periodista Miguel Angel Velásquez Mainardi como Embajador en Chile (ya con «placet» recibido desde esa nación suramericana, en tiempo record) es un castigo por sus honrados comentarios por prensa y televisión, criticando al Congreso, declarando los senadores que se trata de una venganza por la dureza de sus opiniones. Es algo contristante, no sólo por la actitud indigna de miembros de un cuerpo de tan alto y noble origen multisecular, sino por el descaro de confesar que se trata de una vedetta que no vamos a calificar, por lo indigna de una institución creada para la defensa de valores positivos.

Valores positivos que Velázquez Mainardi utiliza sin desperdicios y que el Presidente Fernández ha sabido justicieramente reconocer.

Lo más doloroso es que no nos asombremos de indignidades de este tipo.

Ya uno espera cualquier cosa.

Y pensar que entre las acepciones que el Diccionario de la Real Academia Española da al vocablo Senado figura la siguiente: «Cualquier junta o concurrencia de personas graves y respetables»

Tenemos que llegar a eso.

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