Delicias del lejano oriente

Delicias del lejano oriente

A mi padre nunca le conocí gran afición por la cocina, al menos en sus años de juventud.

Pero, como le corría sangre árabe por ambos lados, jamás fue indiferente a las costumbres del Medio Oriente.

La abuela materna sí fue una apasionada de los platos tradicionales de su lejana tierra, la que había abandonado a principios del siglo veinte por los conflictos políticos de la época.

Malaka, como preferían llamarle sus íntimos a doña América, preparaba unos kipes y ‘rellenos de parra’ que eran delicias.

La colonia turca – así se le identificaba a todo el inmigrante sirio-libanés – era pequeña, pero pronto se adaptó a la tierra que le acogió, dedicándose con gran pasión al comercio.

Sus tiendas de tejidos se esparcieron por gran parte del país y se popularizaron por la fama que tenían de vender a bajos precios.

No recuerdo, en mis años de infancia, que “los turcos” operaran negocios de alimentos en gran escala. Más bien, sus especialidades culinarias las disfrutaban en familia.

Ya en edad avanzada, papá me ofreció prepararme unos kipes o ‘kipis’, como les decía. Me llevé una gran sorpresa.

Ese alimento ícono medio-oriental se puede encontrar ahora, con todo el sabor original, en al menos cinco restaurantes de la especialidad en Santo Domingo. Los demás elaboran unos kipes “estilo” dominicano.

Tal parece que la deliciosa comida árabe se “aplatanó” y dejó en el camino mucha de la condimentación que los abuelos legaron a la cocina criolla.

No hay mortal que  resista la tentación de degustar un buen plato árabe. Tiene sus encantos.

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