Delicias enlatadas, alternativas gastronómicas

Delicias enlatadas, alternativas gastronómicas

Madrid. EFE. Parece mentira, pero a estas alturas todavía hay quienes miran no ya con desconfianza, sino con auténtico desprecio, las latas de conserva; les parece que comer “de lata” es comer mal, cuando no tiene por qué ser así, salvo que las latas que utilice sean conservas de mala calidad. Porque hay joyas.

Para empezar, habría que recordar a estos ciudadanos que la máxima encarnación del lujo gastronómico viene en lata, o en tarro de cristal: el caviar. El caviar es una semiconserva, y no por ello es despreciable. Pero no vamos a irnos tan altos en la escala de precios y el lujo, ni siquiera a las alturas a las que nos podría llevar un buen bloc de foie-gras, que tampoco es barato, si es de calidad y no está para hacerle un feo.

El abuso, qué duda cabe, es malo. Yo no voy a aconsejarles nunca que, como un amigo mío, pongan en su mesa más que comida “de marca”, aludiendo con esa expresión a las etiquetas de las latas que abren en su casa todos los días. No es eso. Pero que pueden hacerse platos, e incluso menús completos, muy atractivos con poco más que un abrelatas… que no les quepa la menor duda.

Por cierto, elijan bien su abrelatas. Hoy los hay teóricamente perfectos, eléctricos, aparatosos… Yo, que para todo lo manual soy un torpe “de manual”, sigo usando el pequeño, sencillo e infalible abrelatas de explorador. Reconozco, eso sí, que el sistema llamado “abrefácil” ha mejorado bastante y ya no es fácil que el ejerciente se lleve un dedo por delante al abrir una lata sin poner cuidado.

Empecemos por un aperitivo marisquero: unos buenos mejillones en escabeche, ya saben, esa salsa roja tan deliciosa que acompaña al molusco. Aunque se coticen más, no son los ejemplares “gigantes” los que más me gustan; prefiero una latita con diez piezas que otra, de igual peso, que sólo contenga seis.

El de los mejillones en escabeche es el único caso, junto a las sardinas en aceite de oliva, en el que no es aconsejable cambiarles el líquido de gobierno; en casi todos los demás, sí.

Los mejillones en escabeche no precisan de más adornos: están perfectos tal cual. También lo están las sardinillas en aceite de oliva, pero aquí ya podemos completar la cosa sirviéndolas con unas papas simplemente cocidas o presentándolas en tempura: una delicia.

Lugar de honor para una semiconserva: los filetes de anchoa en aceite virgen de oliva. Son un lujo, por precio; pero valen la pena. Tampoco piden mucho. A mí me encanta tostar algunas rebanadas de pan de pueblo, muy ligeramente, más secarlas que tostarlas, y depositar sobre cada rebanada un par de lomos. Si antes frotan, al estilo catalán, un tomate partido al medio sobre la superficie del pan, la cosa queda sublime.

La ventresca de atún en aceite. Mi favorita es la del atún blanco, infinitamente más fino que el atún claro o “yellowfinn”. La del atún rojo es fantástica, pero es una especie en grave peligro, y creo que debemos abstenernos, al menos temporalmente, de consumirlo  por el momento.

Comer bien

De latas

La ventresca de atún, que además tiene un aspecto de lo más atractivo al abrir la lata, va perfectamente combinada con otro producto en conserva: unos pimientos rojos, de pulpa fina, esto es, de los llamados “cristal” o, si no los encuentran, de los del piquillo, tal cual. Hacen muy buena pareja.     Ya ven que comer de lata no es ninguna tontería, ni nada ante lo que haya que sentir aprensión. Simplemente, hay que elegir bien.

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