Delincuencia, algunas ideas

Delincuencia, algunas ideas

JULIO SANTOS-CAYADO
En los años de nuestra democracia los dominicanos nos hemos arreglado para ir desorganizando el país que heredamos de la dictadura de Trujillo, quien a decir de la limitada Historia que me tocó estudiar en aquellos años, había formado, del caos que tomó en 1930, un país con una administración pública y un ejército modernos; sin deudas externas, ni internas, y, un sistema educativo de buena calida. Naturalmente, conjuntamente con esos atributos, también había organizado un sistema de represión extraordinario que no sólo acalló las voces nacionales sino que además, se atrevió a extender sus acciones a Norte-, Centro- y Sur-América.

El objetivo de este trabajo, no es analizar la Era de Trujillo de lo cual ya se han encargado muchas personas, la mayoría de manera sesgada. Sin embargo, la administración pública de esos años, como la recuerdo, contaba con personas que cumplían con su deber, por amor o temor, los empleados públicos vivían de sus salarios y la colusión era impensable, por lo menos, en los estratos de interacción población-empleado.

Desaparecido Trujillo, los dominicanos no supimos o no quisimos distinguir entre lo bueno que había dejado y lo que había que erradicar o transformar, así rápidamente, saqueamos sus propiedades, matamos ganado de la mejor calidad y fuimos descomponiendo una a una las cosas que eran “trujillistas”, quizás no tanto a los trujillistas, muchos de los cuales sabiamente o arrepentidos, buscaron refugio en la oposición que en algunos casos se atrevieron a dirigir.

La vorágine produjo algo similar a lo que sospecho que la Biblia describe como Babel, aunque aquí todos hablamos el mismo idioma, no nos pudimos comunicar en lo fundamental, así surgen: El golpe de estado, la invasión de los Estados Unidos de América, el fallo histórico, el granadazo; aun sin entendernos, llega el Dos y Dos, el Dardo de los Partos; el proceso de privatización y finalmente, estamos viviendo las alianzas de los míos, los tuyos y los nuestros.

Durante el transcurso de todos esos años, se perdió dinero (que no se robó). Algunos encontraron: primero de a seis millones, otros luego sesenta, después seis cientos, seis mil, sesenta mil. Aparecen fortunas insospechadas y escandalosas. Esa Babel quedó, asimismo, engarzada por las joyas que representaron las quiebras de: financieras, bancos, más bancos y muchos más bancos. Además, algunas otras bellezas que sería prolijo enumerar.

¿Cuántos juicios? ¿Cuántos presos? ¿Dónde están que no se han visto? Bien gracias.

La Babel inicial cobró la fuerza de la avalancha delincuencial que hoy nos sofoca. ¿Delincuencia? Bueno, en mis años de vida no he dejado de verla crecer como una bestia bien alimentada. Cierto, la delincuencia que estábamos acostumbrados a ver y soportar, era de cuello blanco. convivíamos con ella pensando ingenuamente que si pagábamos por ella, no nos haría daño. Así sufrimos los embates desbastadores de varios paquetazos fiscales y acuerdos con el Fondo Monetario Internacional pero el problema parecía más llevadero porque de alguna forma nos resultaba impersonal. La  “naturaleza” no obstante, tiene la virtud espeluznante de alcanzar a los tontos. Así se equivocaron los que pensaron que el alud se pasaría en seco a las puertas de nuestro negocio o casa, que nos llegaríamos a ser asaltados o violados o asesinados por algún maleante de baja pinta inspirado por el ejemplo que se les ha venido dando. Sin contar con el agravante de la especialización que han logrado algunos allende los mares.

El caso es que al parecer hemos completado el espectro: crímenes de cuello blanco, cuello azul y hasta descamisados. Ahora, la delincuencia ocupa, como debió ser desde hace tiempo, la atención de la mayoría de los dominicanos porque todos conocemos alguien que fue asaltado. La prensa destaca diariamente algunos de los delitos que se cometen. Nótese, lo que sale en la prensa, es sólo un pequeño porcentaje de lo que realmente ocurre, esto es fácil de comprobar, basta con haber oído de tal atraco, aquella violación o el asesinato de alguien que no encontramos en las páginas de los periódicos, ni en los medios en general.

Hoy, el país se enfrenta al acertijo de cómo resolver la delincuencia que nos abate, afectando nuestra forma de vida.

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