La metrología, con todos sus recursos, se queda corta cuando se trata de medir las dimensiones alcanzadas por la inseguridad ciudadana en una sociedad que ha vivido el horror de ver impotente cómo un malvado golpea y asalta a la comunicadora Socorro Castellanos, que tantos servicios útiles ha prestado al país. El suceso, ocurrido en el exclusivo y bien vigilado sector de Naco, reafirma que ya no hay sitio seguro para nadie. Un par de días atrás vimos morir en Santiago a un niño de 10 años en una balacera entre policías y delincuentes.
Los actos delictivos se suceden como una especie de reto al Plan Integral de Seguridad Ciudadana, lanzado en marzo pasado por el Gobierno y que ha despertado tímidas expectativas en la población. Este mismo desafío obliga a los legisladores a afinar la puntería en el conocimiento del proyecto de reforma de la Policía Nacional, con el que se pretende aumentar la eficacia en materia de prevención e investigación.
En este país ya no hay sectores exclusivos. En Naco o Las Cañitas, en Gazcue o Cristo Rey, las dimensiones de la inseguridad ciudadana están dadas por hechos que tienen a los ciudadanos llenos de miedo, desconfianza y sumidos en una especie de paranoia sin tregua. La delincuencia sigue desafiante y el Gobierno no da aún señales creíbles de que esté en condiciones de enfrentarla con éxito.
Mercados en los semáforos
Las intersecciones donde hay semáforos se han convertido en mercados para la venta de chucherías, flores, perros y oferta de servicios a los automovilistas. La presencia de niños pedigüeños, mayormente haitianos, deja la sensación de que las autoridades no han estado enfrentando la situación como es debido y que no hay voluntad política para actuar por iniciativa local ante un posible negocio de trata de personas. Quisiéramos que el reciente rescate de 58 niños haitianos usados para pedir en las calles, sea parte de un operativo nacional para enfrentar este problema social.
Hace falta una política de creación de plazas de trabajo formal para acoger a los adultos que han tomado las esquinas con semáforos como puntos de venta. Hay que atacar el trabajo infantil y la posible trata humana que se advierte en esas intersecciones. Actuemos sin esperar las recriminaciones de organismos internacionales.