minerva isa
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A la par con la delincuencia política, a la que nutre y de la que a su vez se alimenta, la impunidad impulsa otro sistema delictual en el ámbito privado, constituido por empresarios curtidos en ilicitudes enriquecedoras, resguardados por un “seguro full” conferido por la connivencia con políticos en el poder, que los exime de sanciones.
Son delincuentes de cuello blanco que, en competencia desleal con los demás empresarios, logran fabulosas fortunas con el contrabando, estafas bancarias, evasión impositiva, falsificación de medicamentos y mercancías, diversas acciones fraudulentas que contaminan y dinamizan la economía dominicana.
La delincuencia empresarial, otra cara del latrocinio impune, deriva en un lavado de activos procedentes del narcotráfico, de casinos y bancas ilegales, de todos los delitos generadores de ganancias.
Un blanqueo incesante, sin los debidos controles, que se infiltra en bancos y financieras, permea instancias estatales, más vulnerables en un sistema político bajo el dominio del dinero, con el que busca mantenerse en el poder. Dinero sucio que nutre partidos donde la selección de candidatos generalmente no la determinan las cualidades y capacidades del aspirante a un cargo electivo, sino los millones disponibles para engrasar la maquinaria política, para la compra de votos.
Como los políticos corruptos, en la delincuencia empresarial predomina la impunidad pese a las violaciones legales, al daño a la sociedad. Las ganancias millonarias les permiten ampliar sus acciones delictivas, incrementar su riqueza, comprar conciencias, corromper autoridades políticas, judiciales, militares y policiales que los protegen.
Los que no operan amparados por “padrinos” en estamentos de poder político o militar, se burlan del Estado con mecanismos que facilitan sus infracciones legales. Apelan a maniobras fraudulentas para encubrir el fraude, para no dejar rastros.
Intocables. La delincuencia empresarial conforma un mundo delictivo de saco y corbata, que se renueva y expande con la revolución científico-tecnológica, expresándose en nuevas modalidades de delitos financieros.
Entre ellos hay intocables, personas de fama y dinero, en los que no se garantiza la efectividad de la ley por su influencia, por su arraigo social y económico. Gente “respetable”, muy bien trajeada, que no siente vergüenza social ni temor a la ley, al saberse protegidos. Auténticos maestros de la simulación que disfrazan sus operaciones ocultando el origen de sus bienes.
No los corroe la culpabilidad, perciben que en el sistema político impera la corrupción, la ilegalidad y la impunidad. Tampoco se sienten acusados ni rechazados por la sociedad, en la que sigue introyectado el sentimiento de “respetabilidad” de las personas de alto estatus socioeconómico.
Rara vez son investigados, si detectan sus irregularidades, los tratan con benevolencia, tanto en el enjuiciamiento como en la persecución o la excepcionalidad.
Impacta erario. La delincuencia empresarial lesiona el patrimonio público, el régimen tributario con la elusión y evasión de impuestos, exoneraciones y otros favores políticos que retribuyen la financiación de campañas de un candidato o un partido.
Empresas y personas físicas adulteran información para evadir gravámenes o reducir su monto, presentan declaraciones falsas o inexactas, llevan doble contabilidad. Contratan profesionales para alterar datos, abultar o reducir cifras, encubrir parcial o totalmente actividades económicas, asentar compras, ventas y otras transacciones.
La estructura del sistema impositivo nacional, caracterizado por la inequidad y la penalización de los que tributan, induce a la evasión, acentuada por la desconfianza que la corrupción administrativa genera en los contribuyentes. Existe renuencia a tributar, pero, al margen de esa motivación, la evasión fiscal es una grave infracción legal.
Amplio espectro. Dentro del amplio espectro figuran insolvencias financieras o quiebras punibles, impago fraudulento, uso indebido de información confidencial, fraude eléctrico, mafias en la comercialización de combustibles, especulación comercial y daños ambientales. Asimismo, subvaluación de mercancías para estafar a Aduanas, a lo que por igual apelan instituciones públicas en compras, contratos y adjudicación de obras estatales.
Falsificaciones. El crimen organizado, que se desliza entre la micro y la macro delincuencia, tiene en la falsificación de medicamentos, mercancías y documentos un auge extraordinario.
Innumerables artículos falsificados en el país invaden el mercado, también productos extranjeros con el incesante contrabando.
Se enriquecen con una actividad ilegal que ocasiona graves daños a individuos y empresas, a entidades financieras y comerciales, así como al Estado con fraudes contra el fisco.
Tras bastidores, existe gente pudiente, con posibilidad de adquirir tecnología de última generación, ganar complicidad e impunidad. Los financistas son intocables, como los dueños de empresas de servicios contratados.
Clandestinos o con visos de legalidad, operan laboratorios donde adulteran bebidas alcohólicas, títulos de propiedad, pasaportes, actas de nacimiento, matrículas, licencias de conducir, firmas, billetes a los que mutilan elementos de seguridad, etiquetas, logos, carnés para porte de armas de fuego. Cambian chasis y kilometraje de vehículos de motor.
Copian libros, pinturas y otras obras de arte, programas computacionales: películas, juegos electrónicos y música. Violan la propiedad intelectual e industrial, los derechos de autor y de marcas mediante la falsificación o copia sin licencia de productos que venden como originales.
Secunda el delito la permisividad con el comercio callejero de falsificaciones. En ocasiones, luego de alguna denuncia de sectores productivos o comerciales afectados, realizan operativos, se incautan de equipos de producción y productos falsos.
Detienen uno o dos falsificadores, pero de toda la cadena organizacional caen los vendedores callejeros.
Con frecuencia los implicados son puestos en libertad tras ser condenados. Al detenerlos se determina que habían sido sometidos a la justicia varias veces por el mismo delito.
En su mayoría están excarcelados, ingeniándose nuevas formas de estafar a incautos.