Delincuencia: guerra avisada

Delincuencia: guerra avisada

Rosario Espinal

La pandemia del COVID-19 trajo el recogimiento que impuso el toque de queda y la presencia policial-militar en las calles para asegurar el cumplimiento.

Eso contribuyó a disminuir la delincuencia porque los ladrones no encontraban muchos hogares vacíos ni mucha gente circulando en las calles, sobre todo de noche, y sus cómplices en las fuerzas del orden estaban ocupados en labores de vigilancia aumentadas.

Con el tiempo, la gente se fue hartando del toque de queda y la economía necesitaba dinamismo: de ahí la eliminación de las restricciones en la medida que un mayor porcentaje de la población se vacunó.

Si antes de la pandemia había pobreza y desigualdad, ahora la situación es peor. Por eso, en un par de artículos que escribí en el último año advertí que la delincuencia se constituiría en un serio problema una vez terminara el toque de queda y la población volviera a cierta normalidad.

Los atracos la pasada semana en el barrio San Gerónimo sirven para resaltar el problema, sobre todo, por su novedad: asaltantes en motores (moto-asaltantes) actuando conjuntamente temprano en la mañana o en la tardecita y noche.

En la República Dominicana siempre ha habido escasez de datos sobre la magnitud de la delincuencia callejera. Muchas personas no reportan los incidentes a la Policía por la desconfianza en los agentes.

Para tener una idea aproximada de la magnitud del problema y captar el sentir de la ciudadanía se han utilizado fundamentalmente encuestas de opinión pública que indagan sobre experiencias de la ciudadanía con actos delincuenciales.

Se ha encontrado que lo que más aumenta es la percepción de inseguridad en la población porque, para ello, no hay que ser víctima directa de la delincuencia; es suficiente que la gente se entere de lo que ocurre a su alrededor: en su barrio, ciudad o en el país.

Por ejemplo, en el 2019, la República Dominicana registró el porcentaje más alto de percepción de inseguridad en la región, según el Barómetro de las Américas, aunque en el porcentaje de víctimas el país quedaba en una posición intermedia.

Mientras más espectaculares son los actos de delincuencia callejera, ya sea por la magnitud del robo o por las modalidades de atracos utilizadas (como los moto-asaltantes en grupo), más aumenta la percepción de inseguridad.

Subir salarios a policías no es camino seguro para combatir la delincuencia; ellos son parte del problema y no dejarán de serlo solo por ganar un poco más. Tampoco es efectivo pedir la entrega voluntaria de armas como ha hecho el Ministerio de Interior y Policía en el nuevo programa “Mi País Seguro”. Los delincuentes no las entregan.

Las medidas más efectivas para combatir la delincuencia callejera son: buen patrullaje con policías insobornables, iluminación adecuada de las calles en horas nocturnas y, sobre todo, educación y oportunidades de empleos para los jóvenes de todos los estratos sociales.

La guerra está avisada, las medidas a tomar son conocidas. ¿Podrá el Gobierno con la tarea? Ojalá, para bien de todos.

Con el tiempo, la gente se fue hartando del toque de queda

Si antes de la pandemia había pobreza, ahora la situación es peor

Para combatir la delincuencia callejera hace falta más patrullaje

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