Delincuencia induce a poner las baterías dentro casas y negocios

Delincuencia induce a poner las baterías dentro casas y negocios

La delincuencia teje nexos con la contaminación. Es parte del ovillo formado por las repercusiones de la crisis eléctrica que encadenan tantos males, como la intoxicación con plomo a través de baterías de inversores usados durante apagones, el vaciado de estas al falsificarlas y más aún con la manipulación al extraerle el metal para exportarlo.

Al acecho de baterías nuevas o usadas, de inversores o de vehículos, los ladrones no dan tregua, obligan a hogares y negocios a mantenerlas en el interior, intoxicando con plomo su hábitat, exponiéndose a severos trastornos de salud, especialmente los niños.

Residuos de plomo contaminaron la sangre de Willis, quien tras abandonar los estudios de medicina montó un taller de reparación de baterías. Se expuso por más de dos años, pese a que, contrario a la mayoría de los que manipulan esos artefactos, conocía la sintomatología, sabía que el mayor riesgo proviene de la inhalación del vapor o polvillo.

No ignoraba que los compuestos del plomo son tóxicos y en el país han provocado envenenamiento o saturnismo y otros trastornos de salud a trabajadores sin protección en talleres informales que operan sin supervisión ni controles. “La mayoría de la gente desconoce los efectos que produce bregar con baterías, un 80% no lo sabe”.

La acumulación en el organismo humano de este metal de alta toxicidad ocasiona daños diversos que dependen de la frecuencia y tiempo de exposición.
Polvo, agua y gases con plomo causan anemia, afectan el cerebro, los riñones, el hígado, se acumulan por mucho tiempo y alteran el sistema nervioso, provocan irritabilidad y otros cambios conductuales, elevan la presión sanguínea y produce infertilidad masculina. En altos niveles alteran el coeficiente intelectual en los niños y retraso mental.

Intoxicación. Willis compraba las baterías usadas, las lavaba, les extraía los electrólitos y las cargaba. Un alto riesgo, pues un gran problema deriva del ácido sulfúrico en que se convierte el material activo cuando ya está degradado.
El ácido que destila tiene un gran contenido de óxidos de plomo y con frecuencia corre por cunetas en calles de la capital y otras ciudades donde hay talleres de reparación o bancos de baterías viejas para comercializarlas.

Un día, mientras trabajaba en el taller, sintió náuseas, mareo, dolor de cabeza y en las articulaciones, mucha fatiga. “Antes de comenzar a bregar con baterías conocía los daños del plomo, hice ocho cuatrimestres de medicina, me cancelaron la matrícula, pero tengo muchos conocimientos, más prácticos que teóricos y desde que me sentí mal fui de inmediato al médico”.

No quería agonizar en un hospital, como muchas personas de su barrio que prefieren morir a acudir a uno de esos centros de espanto, y se dirigió a la clínica Cruz Jiminián, el plomo en sangre era alto, lo que superó con un tratamiento.

Tras contaminarse, Willis también llevó al médico a sus dos hijos mayores que trabajaban con él en su taller, muchachos de 18 y 20 años a los que detectaron plomo en sangre, una dosis más baja que en él, pues tuvieron menor exposición.

“Dejé el negocio, vendí el taller hace tres años, imagínese la salud está por encima de todo, de nada sirve acaparar dinero si uno no tiene salud”.

En el interior. Libre del plomo, hizo un curso y aprendió a fabricar inversores, cuya comercialización, sea de factura criolla o importados a muchos ha hecho millonarios por obra y gracia de la crisis eléctrica. Diez años en el oficio le ganaron destrezas y no faltan clientes para compra o reparación. Unos van al taller, otros solicitan el servicio de reparación en la vivienda.

“Al ir nos damos cuenta de que un 60 o 70% de las baterías está en la cocina, el baño, y los de mejor posición en la terraza o el balcón. Algunos en habitaciones no usadas, pero aunque las cierren el plomo queda gravitando dentro”.

En colmados usualmente las ponen en la trastienda, al lado de provisiones.
Con el mayor uso de inversores, sobre todo en hogares, en pequeñas y medianas empresas crece la demanda de baterías. De las usadas también, vendidas a compradores que en camiones circulan por los centros de acopio, almacenándolas luego para destinarlas a la floreciente exportación.

A Willis le preocupa ver crecer la exposición al plomo con el manejo inadecuado de las baterías al extraerles plomo y otros componentes que despachan en furgones hacia Corea, China y otros países que los usan como materia prima.

Para las autoridades cuenta el dinero que ingresa al fisco, no la polución que produce el vaciado o “desguace” de las baterías antes de llegar al contenedor.

Falsificación. El riesgo aumenta con la falsificación de baterías, estafando a clientes a quienes en el pago de la “nueva” suelen exigirle la usada.

Muchos jóvenes y adultos se dedican a la compra y venta de baterías desechadas. Pagan a RD$700 y RD$750 la unidad, y RD$800 o RD$900 para reparación y venta como “nuevas”, por las que cobran RD$3,500 o RD$4,000. En esa práctica ilegal incursionan pequeñas tiendas que poseen talleres donde el incorrecto manejo de esos artefactos lesiona la salud de los operarios y de sus familias.

Talleres sin protección. Estos talleres informales son focos de contaminación con plomo, los trabajadores no se protegen con mascarillas, guantes, antiparras ni botas, tampoco evitan el derrame del líquido contaminante.

Operan al aire libre, diseminando el polvillo, residuos del metal en solares donde juegan niños. Otros son clandestinos, encerrados en una habitación, con más graves efectos en quienes se dedican al oficio.

No se percatan de la polución ambiental que esas operaciones sin control ocasionan en la vecindad. Un alto riesgo, extensivo a los que viven en sus inmediaciones. Las emanaciones afectan primero al trabajador y luego la familia, pues además de degradar el entorno, llevan los polvos contaminantes a la casa en su ropa y zapatos.

En leche materna. Mientras Willis fabrica inversores, en el Instituto de Química de la Universidad Autónoma de Santo Domingo el profesor Conrado Depratt, asesor, recuerda que en un seminario informó que en análisis a recién nacidos usando el cordón umbilical, el bebé tenía plomo en sangre, al igual que la madre.
Ella se lo transmitió, puesto que los residuos del metal van fácilmente a la leche materna.

Los niveles nocivos de plomo en sangre se fijaron en 5 decilitros en Estados Unidos, de modo que si al nacer ese niño tenía 3 o 4 decilitros ya era muy alto para un recién nacido. Pero si al darle el seno la madre le transmitía más plomo, al terminar la época de lactancia ese niño tendrá una concentración enorme.

__Lo dañino del plomo es que ataca las neuronas, dependiendo de la cantidad acumulada baja el cociente de inteligencia en esa misma proporción.

__Mucha gente mal informada usa sus baterías de inversores dentro de la casa, es fatal porque generalmente no reciben mantenimiento y en el período de carga y recarga salen vapores.

__Hicimos análisis de plomo en sangre y detectamos niños contaminados. Al ver la cantidad que tenían les preguntábamos al padre o la madre si en su casa había inversores. Hubo un caso en que no tenían, pero el padre tenía una batería en su cuarto para prender un bombillo. Emitía tantos vapores que su niña de 5 a 6 años -edad en que se absorbe mucho-, tenía tanto plomo que enseguida la mandamos al hospital Robert Reid.

Con gran pesar evoca a las víctimas de Paraíso de Dios, sector de Haina al que años atrás el plomo convirtió en un infierno. Varios niños que sufrieron retardo mental y otras lesiones, hoy son jóvenes tarados.

ZOOM

Delincuencia y contaminación

“El robo de baterías es el pan de cada día, le cortan los candados, los ladrones hacen de todo para llegar donde están”, dice Willis, quien consciente del problema, resguarda las de su taller. Tampoco quiere perder las que alimentan el inversor de su vivienda, les preparó un cajón con candado y lo puso en el balcón enrejado.

Ha logrado conservarlas, otros no, como el dueño de un pequeño colmado al que hace poco le llevaron dos, situación que se repite en muchos otros a quienes para llevárselas han roto candados, cadenas y verjas de hierro. Al lado, en Cristo Rey, el dueño de otro colmado las puso en un cuartito sin ventilación. “No quiero que me pase lo mismo, aquí están más seguras. Con frecuencia ni así”.

En el sector de Willis no rige el programa 24 horas y los apagones son un azote. “Aquí se va la luz a las 7:00 de la mañana y viene a las 12:00, otras veces es de tarde, desde las 3:00 hasta las 8:00 de la noche, todos días sin fallar dan tres hora de luz, y se pagan 800 y 900 pesos”.

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