J. JULIO CROSS F.
Decía el recién fallecido y laureado padre de la administración moderna, Peter F. Drucker, que la búsqueda de respuestas a preguntas mal planteadas era la fuente más común de errores en el proceso de toma de decisiones. Es exactamente eso lo que está pasando en nuestro país en lo concerniente a la mal llamada ola de delincuencia que nos afecta a todos más de una vez.
Digo más de una vez, porque no creo que exista un solo dominicano que no haya recibido un ataque directo o indirecto a través de algún miembro cercano de su familia. Sería interesante que alguna firma investigadora social realizara una encuesta dirigida a determinar qué porcentaje de la población ha recibido los embates de este fenómeno negativo que afecta a todos, ricos y pobres, creando traumas y laceraciones indefinibles. Estoy convencido que los resultados estremecerían los mismos cimientos de nuestra sociedad de tal manera que nadie tendría dudas de llamar esto por su verdadero nombre que no es otro que una guerrilla social, de la cual los atracos y los crímenes que vemos a diario multiplicarse son sólo la punta del iceberg, porque las razones que lo originan o no se publican o son manejadas mercadológicamente.
Quien suscribe no necesita encuestas, pues sólo entre mi familia inmediata, hijos y hermanos, los resultados sobrepasan el 100% ya que algunos hemos sido atacado dos veces y casi todos los demás han sido atacados al menos una vez. En dos de los casos, especialmente el más reciente, un atraco a brazos armados (porque había armas largas) justo frente a mi casa, esta vez a quien suscribe, no podemos apellidarlo con paños tibios. Son acciones típicas de lo que he llamado guerrilla social generalizada, porque nadie está exento; ni en su casa, ni en la iglesia, en ningún sitio. Los ejemplos sobran.
Esta Guerrilla Social, en nuestro caso, sin motivaciones ideológicas, es más grave aun pues no inspira a las autoridades a encaminar acciones profilácticas. Si se tratara de acciones ideológicamente motivadas, hace rato ya que el Código Procesal Penal hubiese sido sustituido por una guerra de exterminio y los Derechos Humanos hubiesen pasado a formar parte de una gran campaña de manipulaciones y acomodaciones.
La situación es gravísima y el peor favor que podemos hacernos sería el crimen de politizar el tema ya que no es un fenómeno que tenga nada que ver con gestión de gobierno alguno. De hecho ha venido incrementándose día a día, irrelevante de quién esté en el poder, como consecuencia directa, entre otras razones, de la importación de recetas incompletas para efectuar reformas no estudiadas a fondo ni adecuadas a nuestra idiosincrasia, cuyo único propósito es lograr el desembolso rápido de un préstamo de un organismo internacional otorgado como caramelo para que nos ajustemos al nuevo orden mundial.
Obviamente, una receta mal aplicada puede producir efectos muy nocivos, en nuestro caso ha logrado desactivar los indicadores de alerta social, afectando e impidiendo el funcionamiento de los filtros sociales entaponándolos de gérmenes, impurezas, hipocresías, intereses codiciosos, falta de escrúpulos y medalanagarismos contagiosos, etc. y todos sabemos que cuando un filtro está sucio lo que fluye de él sale también contaminado.
Es que décadas de apatía, irresponsabilidad, individualismo, corrupción, hipocresías, arribismo, amoralidad, simulación y falta de escrúpulos, no puede parir un engendro diferente. La sociedad no castiga ni premia, sólo nos trae consecuencias las cuales estamos padeciendo ahora como resultado de lo que hemos hecho y de lo que hemos dejado de hacer. Por eso no tenemos fuerza moral para castigar a los infractores, y minimizamos el problema llamándolo ola delincuencial, mientras éstos buscan cualquier forma de subsistencia de la cual se hacen adictos para desgracia de la sociedad.
Porque en mayor o en menor grado, todos tenemos que hacer un mea culpa. Los políticos, entre muchas otras cosas, por pensar primero en las próximas elecciones en lugar de pensar en las próximas generaciones; los tecnócratas y burócratas por haber aceptado complaciente e irresponsablemente la introducción de profundas reformas institucionales no tropicalizadas, que como el famoso Código Procesal Penal está contribuyendo, aunque no en exclusiva, con la guerrilla; los empresarios, unos más que otros, por considerar como territorio extranjero muchos aspectos vitales de orden social y contribuir solo a cambio de promoción de sus productos o en desarrollo de una agenda personal secreta; los lideres religiosos por parecer más preocupados, aunque no sea así, por los primeros de la fila social y menos por los últimos; y los ciudadanos comunes por habernos perpetuado en la zona cómoda del QMI (que me importa) pensando que no nos afectaría. Y la inmensa mayoría, por criticar acremente lo que quisiéramos estar haciendo, para hacerlo en la primera oportunidad que se presente.
Mientras tanto, la mala noticia es que a corto plazo no queda otra alternativa que no sea quirúrgica, para luego aplicar una angioplastía social que repare los ductos de los indicadores de alerta y de los filtros sociales para que el aire que respiremos se vaya purificando gradualmente, porque pretender hacerlo súbitamente sería peor y sin dudas más dañino.
La buena noticia es que estamos a tiempo..solo que para lograrlo se necesita entender el problema, plantearlo correctamente y luego enfrentarlo con determinación, firmeza y unidad de criterios, pero sobre todo con sinceridad, porque ya no hay tiempo para más hipocresías. Ya esto dejó de ser un juego de liderazgo y de figureos como los famosos seminarios donde repetimos como papagayos y con autoridad casi mesiánica, ideas y teorías de otros, para borrar el tema de la agenda inmediatamente bajamos del podium.
Si existe en la agenda política un tema que demanda a gritos la unidad nacional, el apoyo unánime al gobierno y el consenso general de todos, es éste… No debemos olvidar que la felicidad depende de nuestra actitud y disposición, no de nuestras circunstancias. Ninguna nación puede ser mejor que los individuos que la componen.