En la República Dominicana siempre ha habido escasez de datos sobre la magnitud de la delincuencia callejera; muchas personas no reportan los incidentes a la Policía por la desconfianza en la acción policial a favor de la ciudadanía.
Por tanto, la forma de tener una idea aproximada de la magnitud del problema y captar el sentir de la ciudadanía proviene fundamentalmente de encuestas de opinión pública que preguntan sobre experiencias directas con actos delincuenciales y la percepción al respecto.
Datos del Barómetro de las Américas muestran que de 2010 a 2019 se produjo un aumento significativo, de 17% a 26%, de personas que dijeron haber sido víctima de un acto delincuencial en los 12 meses anteriores a la encuesta.
En este indicador, la República Dominicana se colocó en 2019 en una posición intermedia en la región.
Las personas más propensas a indicar que fueron víctimas de un acto delincuencial son las de mayor riqueza, las más jóvenes y residentes de las zonas urbanas.
Esa realidad vivida, junto a la difusión en los medios y redes sobre actos delincuenciales se ha traducido en un aumento en la percepción de inseguridad.
En 2010, el 18% de los entrevistados en la mencionada encuesta dijo sentirse muy inseguro en el barrio donde vivía, mientras para el 2019 así lo consideró el 33%. Además, la República Dominicana registró el porcentaje más alto de la región en ese indicador en el 2019.
En estos últimos meses, la restricción de circulación de personas que impuso la pandemia lleva a suponer que disminuyeron los actos delincuenciales en el 2020. Con menos personas en la calle y mucha gente encerrada en sus hogares, la tarea de los delincuentes se dificultó. Sin embargo, al irse reabriendo la economía, existe el riesgo de un repunte de los actos delincuenciales en un contexto de mayor desempleo y precariedad económica.
En los Estados Unidos, las estadísticas que comienzan a recopilarse muestran que, aunque la delincuencia callejera se mantiene relativamente baja, han aumentado los intercambios de disparos y homicidios.
En Nueva York, por ejemplo, el número de intercambios de disparos registrados de agosto 2019 a agosto 2020 aumentó en 166%, mientras los asesinatos aumentaron en 47%.
En la República Dominicana, el efecto combinado del toque de queda y la vigilancia policial para asegurar su cumplimiento, ha producido mayor custodia en muchos barrios que ha contribuido a mantener cierto control de potenciales actos delincuenciales callejeros.
Sin embargo, esta situación de relativa pausa delincuencial es efímera. Tan pronto se elimine el toque de queda y desaparezca el patrullaje policial con ese propósito, es de esperarse un rebrote de la delincuencia, empujado por el retorno de los delincuentes al mercado de trabajo delincuencial y a las mayores necesidades que afrontará mucha gente, sobre todo jóvenes de escasos recursos.
De hecho, una de las razones fundamentales para mantener el toque de queda en la República Dominicana es el control de la delincuencia. No es que la delincuencia solo ocurra de noche, sino que un gran flujo de personas en las calles en horas nocturnas, en medio de un mayor desempleo y empobrecimiento, se convierte en una situación propicia para las actividades delincuenciales.
De este tema se ha hablado poco en la República Dominicana en los últimos meses, pero tomará relevancia a partir del próximo año, cuando la magnitud de las precariedades económicas se haga más evidente al eliminarse subsidios públicos y privados propios de la pandemia.