Delincuencias de más agresiones en zonas urbanas y rurales. Por la excepcional facilidad para desplazarse de los delincuentes que usan motocicletas y el porte ilegal de armas de fuego que evade controles, muchos ciudadanos reciben el ruido característico de tales máquinas de dos ruedas como alerta para la auto protección.
Sitios propicios los hay demás en espacios públicos, concurridos o no, para el sigilo con que los cacos huyen tras despojar de pertenencias a transeúntes y a viajeros en autos hasta los que llega la audacia manual de arrebatadores de celulares, un tipo de fechoría que no ha desaparecido a pesar del mecanismo nuevo que invalida la venta de los móviles sustraídos.
Por las ciudades dominicanas no circula todavía la contundente vigilancia depuradora para prevenir incursiones de malhechores motorizados y en ocasiones, como acaba de verse, la criminalidad va a la acción hasta en proximidades de destacamentos policiales.
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Las violaciones a las normas de tránsito que consisten en circular en motos sin documentación, ni placas a velocidades excesiva, a contravía y por calzadas expresan una impunidad de alto riesgo para el común de los habitantes.
El robo de ganado, que ahora incluye como botín a los equinos, pone a consumidores de la región oriental a comer carne de caballo distribuida como de res.
La cuatrería ataca vacas y toros de pedigrí y alto costo atesorados para la reproducción y el ordeñe que tampoco escapan a las acuchilladas de corral por el bandidaje rural.