Delito y estatus social: Narco versus lavado

Delito y estatus social: Narco versus lavado

Los obispos, al igual que otras personas importantes, se pronuncian frecuentemente con gran energía contra el narcotráfico. No abunda en esos pronunciamientos el señalamiento de factores estructurales que desde el Estado y desde importantes sectores de la sociedad, influyen determinantemente en que el “subsistema económico y social del narco” se produzca y se sostenga, como ocurre con la prostitución y  negocios afines. Existe un comercio de estupefacientes que genera capitales y decenas de miles de empleos, cuyo efecto multiplicador, si se calculara, pondría de manifiesto su impacto en el PNB. Paradójicamente, poco se averigua sobre cómo es que esos dineros ingresan al circulante legal mediante el lavado: “limpios, castos, suaves, yes” (hubiera dicho el poeta Guillén).

Cuando se hacen declaraciones o se anuncian persecuciones y combates al  famoso flagelo, que no es plaga ni epidemia, sino un fenómeno con base estructural y cultural; hace falta relievar el papel de determinados actores verdaderamente claves del sistema, para no despistarnos en historietas y melodramas de gánsteres y prostitutas.

En este mismo diario, Teófilo Quico Tabar, un ex funcionario con grande experiencia en las áreas de recaudación, evasión, contrabando y afines, dijo que para que un negocio de tanto dinero como el del narco se arraigue en una sociedad, como aquí ocurre, es necesario que gente de cuello blanco, de prestancia y poder social o político, opere como sustentadores del negocio.   Esos actores podrían estar ubicados en condiciones de reciclar o sanear los dineros del narco, facilitándole su entrada al circulante legal y de ahí, a la inversión, al ahorro y a los impuestos. Tal vez impensadamente, estamos actuando de manera discriminatoria con respecto a determinados delitos,  denunciando y persiguiendo unos,  y acallando y disculpando otros. Acaso porque estos los cometen personas con alta legitimidad social y aquellos, personas de origen desconocido; porque uno se realiza en oficinas lujosas y en resorts de primera, y el otro, en barrios bajos, por gente “curtida”, de mal vestir y mal vivir.

No sería extraño que con tanta influencia de Hollywood, pensemos que los malos son siempre los que hacen los trabajos “menos nobles”, el policía, el camionero, el negociante de carros usados. El peligro no es tan solo que seamos injustos, sino que nunca lleguemos a ninguna parte en la  famosa lucha contra la supuesta epidemia. O tal vez sea que algunos  piensen que el país no tiene otra manera de sobrevivir;  o apuesten  a que este negocio llegará a ser legal y decente en el futuro. Mientras, puede destruir las instituciones y los valores morales que quedan. En la dialéctica del narco y el lavado, conviene tener claro, quién es gallina y quién es huevo.

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