Demasiado poder

<p><span> Demasiado poder</span></p>

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Mientras el Presidente de la República tenga la sartén por el mango el país continuará dando tumbos entre caprichos presidenciales y planes que no establecen las prioridades que demanda la nación. Ello, independientemente de quien ocupe la Presidencia. Nos llenamos la boca con palabras altisonantes, coléricas, insolentes, o de expresiones inteligentes, decentes, elevadas.

Andamos perdidos en florituras. Tal parece como si no nos avergonzara el divorcio en que vivimos entre la palabra y los hechos, entre las promesas y el incumplimiento, entre falsedades y mentiras vendidas como moneda de buena ley.

La Constitución es un buen ejemplo de aquel dicho popular: quien hace la ley, hace la trampa.

Copiamos de manera constante los intríngulis, las bases de la Constitución de 1844.

El autoritarismo y la centralización son las fuentes principales de donde se nutren quienes hacen o modifican la Ley de Leyes.

El Presidente de la República nombra Secretarios de Estado, nombra generales, jueces, síndicos, embajadores, mensajeros, choferes.

El Presidente de la República señala los nombres de los aspirantes a legisladores y síndicos y luego se ocupa de dotarlos generosamente para que compren candidatos, votantes, lo que sea necesario.

El Presidente de la República usa y abusa de los recursos del Estado para sus fines particulares y de grupo, sin que hasta ahora nadie lo haya cuestionado seriamente.

¿A qué se deben tantos excesos y abusos de poder sin que haya sanción?

A que la Constitución es un traje a la medida de los mandatarios de turno y las mercedes del poder son tan dulces que ninguna autoridad del Congreso Nacional o del Poder Judicial cuestiona las violaciones que cometen los Presidentes.

Pongamos por caso el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos.

El Presidente nombra al director de la Oficina de Presupuesto, quien como funcionario dependiente del Poder Ejecutivo no discute ninguna orden irrespeta la Ley de Gastos Públicos por orden de su jefe y no pasa nada. No hay sanción ni para uno ni para el otro.

¿Por qué no hay sanción? Porque el Contralor General de la Nación es nombrado por el Poder Ejecutivo y como subalterno del Presidente de la República no actúa como es debido.

Existe la Cámara de Cuentas pero el Presidente es quien escoge ternas y las somete al Senado para integrar el organismo.

El Presidente, pues, tiene manos libres para hacer lo que le viene en ganas con los dineros del fisco que trata como si fueran propios.

No hay control. No hay observancia de la Ley.

El Presidente reparte, mensualmente, los ingresos fiscales y dispone lo que le viene en ganas.

Los Secretarios de Estado callan porque quieren conservar las migajas del pastel que les dejan caer de las mercedes del poder.

No hay intención de administrar adecuadamente los fondos públicos.

Se usan los fondos públicos para fines politiqueros einconfesables.

No hay control.

No hay instituciones independientes que exijan transparencia y puedan someter a la justicia a cualquier funcionario, incluso al propio Presidente de la República, si viola la Ley de Gastos Públicos.

Y la justicia es muy vulnerable.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas