Demasiados vivos… ¡para nuestros muertos!

Demasiados vivos… ¡para nuestros muertos!

Píndaro y Marola van en “vuelo rasante” en su BatiPíndaro y, en unos minutos, sobrevuelan dos cementerios privados… de esos que tienen muchísima grama, orden y un verdor que da envidia… Al ver eso, Píndaro grita: “¡Marola!… ¿Te imaginas la chulería de ver a nuestros muertos ahí…?”

No bien ha terminado de expresarse, ambos aceleran de nuevo el vuelo y… en segundos, llegan al “Cementerio de la Avenida 30 de Marzo” en Santiago… Al mirarlo desde arriba, cada uno de ellos se queda con la boca abierta por la limpieza y el orden que han encontrado…. Detienen su BatiPíndaro, y exclaman: ¡¡¡Qué chulería!!!… ¡¡¡Tenía que ser un cementerio santiaguero el que nos dé un ejemplo de limpieza!!!

Tal fue el espanto que, de un solo acelerón de nuevo dan un salto y van a parar a Santo Domingo al Cementerio Cristo Redentor…. ¡¡¡Chirrrriiiiiiiiii!!!  suena el frenazo que meten… y, de sopetón, inician entonces un abrupto descenso hasta la misma puerta… donde les reciben varios comensales, sentados a las sombras de los árboles de entrada… en actitud de descanso… son como 37… y… ¡se ven más vivos que muertos!

Tan pronto Marola y Píndaro “se apean” del BatiPíndaro, entablan conversación con uno de ellos: “Amigo…¿Y en este cementerio siguen los asaltos a quienes vienen solos a orar por sus parientes? Uno de ellos, con toda “la frescura” del mundo, responde: “Oiga señor, eso aquí se da to’lo día… es que aquí, justo al lado, nos queda el Barrio Palma Real y, en el otro lado, otro barrio del que es fácil entrar aquí… Ellos hacen lo que les viene en ganas”….

“Diantreeee….“ explota Marola…. “Y también siguen saqueando tumbas?… ¿Qué ganan con esa jeringa?”… A lo que el susodicho le responde: “¿Y es fácil?… ¡Aquí los robos de tumbas no se hacen de día!… Se hacen de noche… ¡Aquí ta’el ladrón pendejo!”, exclama.

Píndaro agarra a Marola por un brazo y caminan por una calle lateral del cementerio… A su paso, encuentran vendedores ambulantes que les ofrecen agua de coco, panes, galleticas, y cigarrillos… Más adelante, encuentran a un joven – supuesto miembro del grupo de albañiles del cementerio-  afeitando y pelando a otro compañero, en lo que – según él – “aparece un muerto para ser enterrado”.

Al caminar, miran a los lados… Una tumba construida en forma de auditorio con nichos en cemento, dos termos para agua, ropa sucia amontonada… y – para asombro de ambos – custodiada por dos militares en uniforme… Una tarja con un boquete en el centro… – le han robado la argolla decorativa de hierro seguramente para venderla y fundirla luego -… Al lado, a otra tumba le han robado las iniciales de las familias propietarias… ¡También para fundirlas!

Unos metros más adelante, un hombre de avanzada edad les encuentra… Ellos, ante la profunda mirada del mismo, le preguntan: “¿Y todas estas piedras y gravilla apiladas en las calles, mientras otras están asfaltadas?” A lo que él les responde: “Aquí los empleados contratados para eso por el ayuntamiento, trabajan una semana… y dejan dos meses sin venir… arreglan un pedazo de calle y no vuelven… Por eso, ustedes ven que hasta florecitas han crecido entre las piedras…” y, continúa: “U’té ve… eso mismo lo hacen también los albañiles… Hace un tiempecito, uno de ellos le cogió a un cliente 65 mil pesos como avance para una tumba… y, se alzó con los cuartos y desde entonces no ha vuelto!…  E’to aquí lo que parece e’una fábrica de botellas… ¡Aquí ta el vago que jiede a barco viejo!” exclama y les muestra a 48 hombres… sentados… conversando… al parecer planificando sus vidas frente a la oficina principal del cementerio…

Marola entonces pregunta: “¿Cómo es posible que entre todo este abandono hay tumbas como las de Balaguer, Peña Gómez, y de familiares de Leonel… tan cuidaditas… intocables y hasta con la insignia nacional ondeando?”… La respuesta fue inmediata: “¿Y quién se atreve a tocar esas tumbas?”.

Marola se enfogona, barre rápidamente con su escoba… y le grita a Píndaro: “¡Vamo’ al BatiPíndaro y larguémonos de aquí, que e’to huele a muerto… pero, no por nuestros fallecidos, sino por lo que se mueve aquí!”.

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