Democracia interna

Democracia interna

RAFAEL TORIBIO
Recientemente los tres partidos políticos mayoritarios se sometieron al desafío de la elección de sus autoridades por el voto directo y secreto de sus militantes, lo que sido catalogado como un paso de avance en la democratización interna de los partidos, a pesar de que el proceso no estuvo exento de algunas dificultades. Frente a las elecciones congresionales y municipales del próximo año se espera también que se proceda de igual manera en la elección de los candidatos y candidatas a los distintos cargos electivos, mediante el recurso de las primarias internas, práctica que ya es normal aunque se carezca de una ley que las regule. Ambas experiencias apuntan hacia el fortalecimiento de la democracia interna en nuestros partidos, por lo menos en los mayoritarios, y sabemos que muchos de los llamados emergentes se han acogido a esta misma práctica.

La democratización interna de los partidos políticos es una preocupación compartida entre la cúpula dirigencial, reclamada por militantes y simpatizantes, y demandada también por la sociedad civil y otros actores, en los que se incluyen últimamente los organismos de cooperación internacional. Todos, por distintas razones, han reconocido que el fortalecimiento de la democracia pasa necesariamente por el fortalecimiento de los partidos políticos y que la democracia interna, junto a la institucionalización y la transparencia, es factor esencial en ese propósito.

No puede esperarse que un partido que no practique la democracia pueda ejercer democráticamente el poder desde el Estado. Esta es la razón principal en que descansa el proyecto Fortalecimiento de los partidos políticos en América Latina, desarrollado por el Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL), y que se ha focalizado en la democratización, la institucionalización y la trasparencia en los partidos políticos de Chile, Bolivia y República Dominicana. Del primer informe de ese proyecto quisiera compartir algunas reflexiones con los amigos lectores.

Dos datos importantes hay que señalar de estrada. Uno es la originalidad de este proyecto ya que no es un trabajo sobre los partidos políticos, realizado por unos expertos externos, sino elaborado con los partidos, estudiando y analizando su institucionalización y su vida interna, con el involucramiento, además, de sus dirigentes. El otro dato relevante es la comprobación, manifestada en las entrevistas a los dirigentes partidarios, de que la democratización, la institucionalización y la trasparencia deben ser asumidos por cada partido, pero expresan el temor de las consecuencias que puedan tener en la «eficiencia electoral». Es decir, en qué medida benefician o perjudican el triunfo en las elecciones.

Si la finalidad esencial de un partido político es el triunfo electoral para acceder y administrar el Estado, por lo que han terminado trasformándose en maquinarias electorales, es lógico que sólo se esté en disposición de aceptar trasformaciones internas que puedan contribuir a su fortalecimiento y a la recuperación de su legitimidad y credibilidad, siempre y cuando no representen obstáculos para el triunfo en las elecciones.¿Qué nos dice la experiencia empírica? Los partidos más exitosos desde el punto de vista electoral, ¿han sido los más democráticos? La democratización en los partidos, ¿ayuda o estorba en el proceso de la búsqueda de llegar al poder? Es muy posible que esas sean las consideraciones fundamentales en una buena parte de la dirigencia para aceptar o rechazar la propuesta de democratización interna.

Parece que la experiencia en los últimos años no permite hacer una relación directa entre democratización interna y triunfo electoral. Si es así, la democratización interna parece entonces que no es necesaria para ganar las elecciones. Sin embargo, hay casos en los que se evidencia que por falta de democracia interna se imponen candidatos que conducen a la derrota electoral. En el país tenemos constancia de esto, ocurrido, además, recientemente.

Parece conveniente también analizar profundamente la relación que debe existir entre democratización interna y unidad del partido. Cabe preguntarse, ¿hasta dónde debe llegar la democratización interna? ¿Debe abarcar todos los cargos internos? ¿También todas las candidaturas? ¿Depende de la cantidad de miembros de los organismos directivos? Por otra parte, la democracia interna debe ser vista con relación a la dimensión de los partidos: no es lo mismo cuando se tienen dos millones de «miembros» que cuando son solo 200 mil. En un partido masificado es probable que los procesos de democratización interna tengan más dificultades de lograrse que en un partido de menor dimensión.

Una revelación sorprende del estudio es que en esos tres países, pese a la influencia de las tendencias y grupos en la vida interna y externa de los partidos, éstos no estén regulados por sus reglamentos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas