Democracia para los jueces

Democracia para los jueces

Hoy elevaré mi voz por los jueces que lo son, en los que pocos creen pero yo sí, por esos que hablan por sus sentencias, por esos que se atreven a decidir conforme a su conciencia, por los que a todo costo resisten a la presión, por los que creen en la justicia, que hacen justicia porque administran las normas conforme a las normas, por eso son defendibles.

Por ellos y por ellas escribo, esos jueces y juezas que están sometidos a la dictadura del silencio, justo en este momento crítico que con rabia sienten ganas de gritar, ahora que nadie les cree, sumergidos en estado de sospecha, vapuleados por un ministerio público que oculta sus debilidades en la crítica, zarandeados en los medios donde no pueden defender su dignidad, sin derecho a la defensa, pisoteados por las botas de la tiranía judicial, cercenados en su independencia funcional, desmantelada su inamovilidad por traslados arbitrarios como sanción implícita, aterrorizados por la inseguridad en el cargo, afectados por al virus de las influencias internas.

Por esos que no hacen componendas con la verdad, que aplican las garantías judiciales a costas del escarnio público, que el populismo irresponsable podría arrastrar con su reputación, podrían acusarlos de garantes fundamentalistas, someterlos a juicio draconiano, en una sede disciplinaria sin garantías, sin democracia, sin juicio imparcial, sin respetar el derecho de los jueces a tener derechos, los suspenden para investigarlos, se le anuncia a la prensa defenestrando en público la privacidad del proceso disciplinario, en violación procaz del juramento a respetar las normas constitucionales del debido proceso administrativo.

Defender la justicia. Es correcto que el consejo abra una investigación ante denuncia que haga sospechoso un juez, pero es ilegal anunciarlo, porque esto los presenta a todos como sospechosos de lo peor ante una sociedad que requiere confianza en el sistema, que demanda equidad, que merece justicia justa.

Es justo sancionarlos por violación ética, pero no lo es por dictar sentencia que desagrade al público, porque entonces estarían sometiendo las decisiones judiciales a un concurso de simpatías y esto corroe la libertad del juez, afecta su independencia, mina lo justo y prostituye el servicio judicial.
El juez es humano. Tiene madre, padre, hijos, estos tienen compañeros en las escuelas donde les preguntan con crueldad natural de estudiante por qué dicen que su papá o mamá es corrupta. El juez atemorizado pierde la independencia, la sociedad pierde al juez y la democracia pierde la justicia.

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