Muchos son los textos donde afirma que en casi todo el mundo se vive la época del consenso. Pero, es igualmente vasta la cantidad de aquellos en que se afirma que vivimos una deriva hacia diversas formas de conservadurismo, impulsada por unas fuerzas/ideas que por momentos se pensaba que estaban definitivamente sepultadas en los meandros del tiempo. El consenso constituye un ideal, una aspiración para alcanzar una herramienta que guíe las relaciones intergrupales e interpersonales en todas las esferas de la sociedad. Pero la deriva antidemocrática, que sofoca todo disenso, es una realidad actualmente identificable en prácticamente todas las colectividades sociales y políticas.
La expansión del pensamiento conservador y de derecha es indiscutible, y en su rechazo a cualquier forma de disenso poco se diferencia de algunos que dicen ser sus antípodas. En ese sentido, resulta incomprensible la actitud de muchos, colectivos e individuos, que se reclaman defensores de los valores básicos de la democracia que no toleran las posiciones divergentes. En caso de nuestro país, no nos hemos podido liberar del pesado lastre del trujillismo, de los elementos claves de la cultura del gusto por las actitudes autoritarias que se afianzaron y sistematizaron durante la dictadura trujillista.
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El nuestro, es un Estado social, democrático y de derecho asentado en un sistema de partidos. Pero, es generalizado el lamento de gran parte de la militancia de estos de que la mayoría, y el jefe de esta, imponen sin reparos sus posiciones a las minorías. Una prohibición, de hecho, del disenso. Por otro lado, sectores eclesiales investidos de una autoridad que nadie le ha conferido, ha impedido nuevamente que se realice el tradicional desfile de Gagá, una de las expresiones de la religiosidad dominicana en Semana Santa. El Gagá, no solo tiene amplia aceptación en sectores populares y capas medias, pregúnteselo a Juan Luis Guerra, sino que anteriores autoridades municipales crearon escuelas para formar futuras generaciones para promoverlo y conservar esa tradición a través del tiempo.
Recordemos, que una sólida firma licorera lo usó en sus programas publicitarios como genuina y digna expresión de la diversidad cultural de nuestro pueblo. En todas las sociedades, quien disiente suele ser percibido como un “peligro” actual o virtual. Eso no es privativo de este país, sólo que aquí y ahora, desconocer el disenso se acentúa y generaliza cada vez más, entre otras razones, porque lo público es abacorado por lo privado.