Demócratas de vino tinto

Demócratas de vino tinto

Han pasado quince días desde que fuimos testigos de un flamante golpe de Estado en nuestra región en el que, no obstante la claridad y lo evidente del golpe, no solo sus actores principales pretenden lo imposible: justificarlo, sino que, a la vez, algunos han querido tomar en serio a los golpistas – ciertos medios incluidos – y ya sea por fanatismos ideológicos, compromisos, seguramente uno que otro sorprendido en su buena fe y otros, sin duda, porque su concepto de la democracia, sus principios democráticos y el concepto de la legalidad se diluyen con facilidad en la copa de un buen vino tinto.

Los golpistas han recurrido a cuanta prestidigitación han sido capaces sin poder convencer a nadie de que los órganos constitucionales a quienes les correspondía proceder para sustituir al Presidente actuaron a su debido tiempo. Han fluido entrevistas del Presidente de facto, del fiscal general, del jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y de su Asesor Jurídico, entre otros, sin que ninguno haya sido capaz de responder coherentemente sobre los aspectos centrales que la comunidad internacional no logra tragar. Fue cuando menos ridículo el Jefe de Estado Mayor cuando dice que rechazó la orden de Zelaya porque iba en contra de la Constitución pero reconoce que acató una “orden” de expulsión país cuando la propia Constitución define que ningún ciudadano hondureño puede ser expulsado del país.

Aquí lo que está en juego no es el Presidente Zelaya, lo que verdaderamente indigna es la flagrante violación de las leyes y de la Constitución por las fuerzas armadas y su justificación por los órganos civiles que adversaban a Zelaya, quienes con su actitud han deslegitimado su pregonada vocación legalista y constitucionalista.

Quienes ahora repiten y exaltan las faltas que cometió Zelaya, reales o no, confunden – estén conscientes o no – el punto de discusión. No importa cuántas y cuán graves hayan sido sus faltas reales, si las hubo no había otra alternativa que el juicio político. Lo que el mundo condena y reclama es el debido proceso.

Algún que otro medio repite la posibilidad del adelanto de las elecciones, lo cual solo sería viable y democráticamente legal si es con Zelaya en el poder.

No han faltado diplomáticos -igualmente de vino tinto- que han confundido el sentido de los vientos y se han apresurado a rendir pleitesía al gobierno de facto con lo cual se han buscado la destitución del Presidente reconocido por el mundo. 

Los intentos de justificación que se explayan nos muestran cómo en verdad es muy peligrosa la situación actual, porque aparecen por doquier embriones de golpistas.

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