Democratización del consumo en los barrios

Democratización del consumo en los barrios

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Los “Braudel Papers” publicados por el Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial, San Pablo, Brasil, son cátedras para economistas interesados en el proceso real de la economía global. Siguiendo el método narrativo de las actividades económicas del hombre común de Braudel, el gran historiador francés  del Mediterráneo en tiempos de Felipe II y de la economía europea de los siglos XIV-XVII, los “Papers” arrancando del estudio concreto de las  realidades económicas aparentemente triviales de un ambiente social, llegan a conclusiones que conservando todavía el olor de la lluvia sobre la tierra promueven la búsqueda de sentido para la economía de los seres humanos.

El número 38 tiene como título la Democratización del Consumo en seis distritos marginados de Sao Paulo,  una ciudad con una población de casi 20 millones de personas, más del doble de la población dominicana.

El origen de los barrios encuestados con una población de unas 2,000,000 de personas arroja resultados que pueden convertirse, a pesar de fuertes diferencias regionales, en hipótesis de comportamiento futuro de nuestros barrios capitaleños. El esfuerzo de este artículo se centra en la búsqueda de elementos diferenciados o comunes entre los barrios capitaleños y los paulinos.

1. Origen de los barrios. Dinámica del crecimiento

 1.1 El trabajo de Braudel Papers comienza contándonos que la gente entrevistada en los barrios vinieron todos de las zonas más pobres del país, allá por los setenta, apenas habían cursado algunos cursos de enseñanza primaria, no tenían familiares en los barrios y llegaron poco más que con una maleta y un deseo enorme de mejorar económicamente y hasta deposición social.

La tierra que ocuparon era propiedad pública sin planificación de calles, sin aceras, sin energía, sin agua potable ni sistema de drenaje para lluvias y aguas negras. Las casas existentes estaban construidas con zinc y tablones de madera  usada. La violencia era general y frecuentes los asesinatos, robos y extorsiones. En la práctica no existían servicios públicos de salud, de energía, de agua, de  educación y de transporte público.

Muchos de los recién llegados buscaban trabajo ocasional como empleados domésticos, cocineros, obreros de la construcción o vendedores ambulantes.

La vida era muy dura. Sin embargo, como comenta Giannetti un profesor de economía autor de libros con títulos sugerentes (Mentiras con  las que Vivimos, Arte del Auto-engaño, Valor del Mañana), la vida de los inmigrantes a los barrios era  como la del cada día de personas de carne y hueso: no sólo la de sus realidades externas sino la de su imaginación: sus ansiedades y fantasías, sus miedos y sus deseos, sus esperanzas y su lucha. El estudio de los barrios mostró una visión a la vez empírica y sugerente “que sacó a luz la realidad escondida de la periferia que subyace en los sentimientos y en la imaginación de quienes viven en ella para lograr sobrevivir”.

A  Giannetti le llamaron la atención el espíritu de empresa extraordinario que había en los habitantes de los barrios y el impacto destructor de la falta de sólidas instituciones económicas y de educación. Sobre el espíritu de iniciativa afirma que el sueño dominante de quienes allí viven no es lograr un empleo público o vivir de subsidios a los pobres sino de tener su propio y próspero negocio. Del efecto nocivo de la falta de instituciones económicas sólidas recalca una extravagante y desaforada propensión a la satisfacción instantánea de necesidades, un descuento acelerado del futuro, abuso del crédito al consumo, y  un desprecio estilo nueva frontera de la “ley y el orden”.  

 1.2 Los barrios fueron cambiando de aspecto a medida que el Estado y la Municipalidad comenzaron  a mejorar o a crear una oferta de bienes públicos. Los mejor evaluados de esos servicios fueron los de infraestructura física:  agua potable, drenaje, delineamiento y pavimentación de calles, alumbrado público y transporte (en la ley brasileña  los empleadores tienen que pagar el costo de transporte de sus trabajadores obligados a largos viajes de la casa al trabajo). La seguridad pública, a pesar de una evidente reducción de la violencia no era en general muy bien evaluada. Mala fue la evaluación de los servicios de educación pública (más por la calidad que por la oferta) y pésima la de los servicios de salud. 

 Aunque la presencia de capillas evangélicas creció exponencialmente los investigadores se sorprendieron del “número de familias que no pertenecen a ninguna comunidad religiosa: entre el 17 y el 27% de las familias entrevistadas en diversos distritos no tenían un sólo miembro que asistiese a una iglesia o templo”.

1.3 La principal meta económica de las personas mayores fue la construcción y mejora continua de sus viviendas. En cambio para los jóvenes lo importante era la adquisición de los bienes, sobre todo electrónicos que antes eran privilegio de la clase media. Esta tendencia de los jóvenes a consumir más y a ahorrar menos se refuerza con la práctica de los mayores de añadir un piso o varias habitaciones para los hijos e hijas adultas.

Todo indica que para los primeros inmigrantes la adquisición y fabricación de vivienda no es sólo función del ingreso que ganan sino del status social que conlleva el  ser dueño de una buena vivienda. Todos aceptan, además, que sin la mejora de la infraestructura física urbana, no hubiese sido posible esta obsesión de buena vivienda.

1.4 Una comparación intuitiva de nuestros barrios marginados con los de Sao Paolo revela muchos elementos comunes pero también diferencias significativas sobre todo en la no tan dramática ausencia de familiares y conocidos urbanos de parte de los inmigrantes a las ciudades (ventaja del menor tamaño del país y  de las ciudades y de  mejores comunicaciones), el menor gasto público en infraestructura física en los barrios (decía Balaguer que urbanizar es civilizar) y las mucho menores facilidades para regularizar la propiedad de  tierras públicas ocupadas y financiar la construcción de vivienda.

2. La democratización del consumo. Proliferación de negocios

El ensayo comentado afirma que “En la última década los brasileños de bajo ingreso han comenzado a consumir bienes y servicios que antes eran exclusivos de las clases medias y altas. Las gentes se reafirma a través del comercio local que estimula nuevas aspiraciones y nuevos sistemas de distribución de bienes y servicios”.

1. Hasta hace pocos lustros los habitantes de los barrios de Sao Paolo tenían que trasladarse al centro para sus compras. Ahora los barrios están llenos de colmados, salones de peluquería, talleres de mecánica, quincallerías,  bares, gimnasios, clínicas  de cirugía estética y hasta tiendas para la venta de mascotas. En sus aceras vendedores ambulantes ofrecen no sólo frutas, galletas y dulces, sino juguetes, cosméticos, celulares, casetes, carteras,  ropa, zapatos… Se ha cumplido lo que decía Schumpeter del capitalismo: “la reina Isabel (reinó desde 1558 hasta 1603) poseía medias de seda. El éxito capitalista no está en ofrecer medias de seda a reinas sino en  ponerlas al alcance de jóvenes obreras a cambio de cada vez menores horas de trabajo”.

Curiosamente ni siquiera secuestros  o robos  frecuentes detienen la ola creciente de pequeños negocios: casi nunca se roba comida sino mercancía barata. Contra ellos los pequeños empresarios se protegen manteniendo mínimas cantidades de efectivo y máximas de activos fijos.

2. La explicación de esta explosión consumidora no se encuentra sólo en la necesidad de buscárselas en un ambiente donde escasea el trabajo formal sino en la experiencia de que el dinero está en el comercio cuando uno es su propio jefe aunque venda naranjas. La gente tiene que ir a hacer pequeñas compras varias veces a la semana porque casi siempre está  falta de dinero. El costo, la complejidad del proceso, el tiempo que lleva formalizar un negocio y la falta de acogida simpatética por parte de los empleados y funcionarios públicos  militan a favor de empleos informales. Definitivamente “La periferia es el lugar exacto para hacer dinero. La gente del barrio no puede acudir siempre al supermercado y gastan lo que tienen sin pensarlo dos veces. Uno toca en la puerta de los vecinos y enseguida oye ¡pase! ¿Qué vende?”

 Ciertamente estar bien colocado en un empleo formal da prestigio y seguridad, aumenta la autoestima y lo hace miembro del sistema de seguridad social pero esos empleos son escasos aun para gente con buena educación escolar.

3. El ingreso es importante para la gente pero está lejos de ser todo. La conciencia de status, de clase social y símbolos materiales de riqueza -casa propia, carro, televisores y  refrigeradores gigantes, celulares de última generación- juegan un papel no pequeño. La mayor parte de la gente evalúa su situación por la mejoría o el empeoramiento de su situación comparada con la que tenían hace 10 años y como en todas partes tiende a creer, si no es muy mayor,  que mejorará más en el futuro.

3. El crédito al consumidor

 1. La democratización del consumo sería imposible si éste dependiese de los ingresos de los vecinos o de préstamos, muy escasos, a los productores. La clave está en las facilidades de préstamos al consumo. Altas tasas de interés, en un  país con tradicionalmente muy costosos créditos pero largos plazos de pago en pequeñas cuotas mensuales cómodas respecto a la magnitud del ingreso, son irresistibles para una población obsesionada no sólo por la publicidad sino por la necesidad de mostrase a sí misma y a  los demás que está mejorando. A la larga, por supuesto las ganancias de los comerciantes son apreciables aun cuando casi la mitad de la población no ha podido cumplir a tiempo sus deudas.

La bancarrota efectiva o su amenaza  son fenómenos omnipresentes. La tasa efectiva de interés mensual se calcula en 7,85%.

2. La presión consumidora sobre el ingreso disponible induce a la población  a ahorrar en pago por los servicios públicos. Aunque la factura de electricidad es baja, unos 10 dólares mensuales  por familia de 5 miembros adultos con  televisor, estéreo, lavadora y agua caliente, la mayor parte de la gente considera que las empresas eléctricas se aprovechan de ellos.

Con frecuencia la resistencia al pago de electricidad, agua y teléfono se justifica por la mala calidad de los servicios públicos: “No me opongo a pagar  lo que uno usa siempre y cuando obtenga algo bueno por lo pagado”. Además, y sobre todo, pagar servicios públicos significa disponer de menor ingreso disponible para el consumo a que empujan la presión social y la necesidad de mejorar la autoestima.

3. Las consecuencias necesarias de este consumismo son la muy baja propensión al ahorro de la población más joven, aquella precisamente más sensible a la publicidad, y su poca capacidad de inversión en empresas informales. Tienden al parasitismo  familiar.

4. Baja inversión en educación

1. El estudio de Braudel Papers señala que  el sector público ha aumentado la oferta de educación, lo que ha permitido  aumentar el nivel de escolaridad pero no ha logrado calidad educativa. Aparentemente la escuela es todavía un símbolo de status social para las familias de bajo ingreso que creen que es  un medio apto para lograr mejores empleos. Los padres, en general, están preocupados por el futuro de sus hijos: “ahora es mucho más difícil encontrar trabajo”.  Las respuestas a las preguntas del cuestionario invalidan la creencia de que los padres de familias pobres no se ocupan de la educación de sus hijos.

2.  Sin embargo cada vez más padres de familia   se van  convenciendo por el testimonio de sus hijos del bajo nivel  de las escuelas públicas. Los padres con algo de efectivo para ahorrar quieren enviar a sus hijos a una escuela mejor.

El Estado y la Municipalidad podrían dedicar más recursos a mejorar la calidad educativa. Hace veinte o treinta años el cuello de botella educativo estaba en la falta de escuelas primarias y secundarias a cortas distancias para una población que aumentaba rápidamente. La disminución de la tasa de fecundidad y una menor inmigración campesina han repercutido en una menor tasa de crecimiento demográfico. Los recursos que antes se dedicaban a la construcción de nuevos edificios escolares pueden ser transferidos pero no lo son a la mejora de los maestros, a computadoras, a subsidios escolares  a familias de estudiantes o a la ampliación de educación preescolar, necesidad muy sentida por las familias.

3.  Tal vez muy optimistamente concluye el informe Braudel: “los políticos brasileños hacen un grave error si esperan que perdurará mucho tiempo aún la tolerancia de las familias de los barrios a la baja calidad de las escuelas públicas… Las anécdotas y los datos aquí presentados revelan que los pobres de Brasil están preparados para una nueva ola de transformaciones institucionales focalizada en inversiones en la formación de capital humano. Se trata no sólo de un problema de supervivencia para esas familias sino de  importancia clave para la capacidad de las comunidades de generar riqueza y de contribuir así al desarrollo del país”.

5. ¿Y los barrios capitaleños?

La opinión generalizada sobre la situación y el dinamismo de nuestros barrios no es tan optimista. Por una parte grupos apreciables de la clase media y de la opinión pública los considera casos perdidos y escuelas de violencia. Por otra parte el pasar de los años debiera haber mejorado sensiblemente la situación de los barrios norte del Distrito hacia las riberas del Ozama. ¿Qué nos ha faltado?

El Estado no parece haber invertido mucho en infraestructura física barrial, es decir calles asfaltadas, drenaje, electricidad, escuelas, parques. La naturaleza física de varios de  los barrios capitaleños más poblados limitados por el río  y asentados en  cañadas encarece esas inversiones. Probablemente, sin embargo, ha faltado voluntad política para hacerlo. Consiguientemente el desarrollo “normal” de los barrios pobres, de malos a menos malos y hasta pasables ha chocado con limitantes urbanistas, aparentes condiciones para procesos de desarrollo humano. Los inmigrantes más exitosos probablemente han emigrado a barrios más lejanos del centro urbano pero más habitables por menos promiscuos y han sido sustituidos por otros nuevos que tienen que comenzar  Pero no se trata más que de hipótesis carentes de pruebas empíricas.

Probablemente la mejor y más realista de las hipótesis es la observada por Giannetti: la vida imaginativa va unida y hasta se sobrepone a la material. Confieso, sin embargo,  que la obra maestra del P. Cela, La Otra Cara de la Pobreza, no da pie, a mi al menos, para creer que muchas familias de nuestros barrios estén tan unidas ni tan concientes de las posibilidades de la educación para una futura vida mejor.

Sí me parece que también entre nosotros es constatable la democratización del consumo y, en menor grado, el espíritu comercial. Tal vez el escaso volumen de inversión pública y la oferta mayor de salidas económicas socialmente indeseables ayuden a explicar la lentitud de la inclusión de los barrios. Probablemente estoy equivocado. La economía debería poner mayor énfasis en la “narrativa” y la experiencia social que en una econometría empeñada en probar que los modelos macroeconómicos de los países desarrollados también explican, a pesar de la diferencia de instituciones,  nuestra realidad.

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