POR: Helen Hasbún
Normalmente, cuando estamos inmersos en situaciones de crisis, se nos nubla el pensamiento y el mismo estado de incertidumbre, nos impide ver más allá de la realidad, para encarar con resiliencia, por ejemplo, aunque sea de manera disruptiva y decidida, los cambios y desafíos que presenta el panorama mundial ante el COVID19.
En consecuencia, un escenario palpable de lo expuesto es la “permanente presión” de algunos sectores mixtos de la sociedad dominicana, ante las autoridades educativas, para un “volver a clases presencial” en estado de crisis sanitaria,lo cual hemos calificado, en varios escenarios, como “amenazante y peligro”, no sólo para nuestros niños y niñas, sino para los maestros y sus respectivas familias, ante la exposición al contagio por Coronavirus; por más protocolos, fondos y presupuestos de financiación que propongan, para la inversión en higiene y compra de materiales de desinfección, viricidas, mascarillas y otros detergentes que deberán aplicarse en los planteles escolares y aulas físicas, la pregunta asienta: ¿Por qué no invertir mejor en la educación virtual y el e-learning?
Si bien es cierto que, los argumentos sobre las dolencias y debilidades del sistema educativo básico apuntan a que el Estado dominicano y los maestros no están del todo preparados, para empezar la migración hacia un proceso de “virtualización absoluta”, no menos cierto es que bien se pudiera aprovechar la crisis, para convertirla en una gran oportunidad y aunar esfuerzos, tras gerenciarse mecanismos y políticas públicas existentes, de la mano con un nuevo modelo educativo (pedagógico) en alianza estratégica gobierno-empresas y proveedores de servicios privados junto a organismos de la sociedad civil, aplicándose un plan de contingencia a corto, mediano y largo plazo; sin sacrificar lo más importante en el mundo de las humanidades digitales y la bioética: la salud y la vida.
Si hay una lección aprendida que la pandemia nos dejará a su paso, es que todos los maestros y educandos (sin importar grado) nos hemos visto forzados a comunicarnos y relacionarnos hoy más que nunca, con un distanciamiento físico necesario, pero vale destacar que se ha logrado un acercamiento a la sociedad virtual, a través del aprovechamiento de medios y aplicaciones libres disponibles. Los nativos digitales y la generación Z están cada vez más identificados con sus entornos y ambientes virtuales, son en su mayoría “autodidactas”, quiere decir que, aprenden con guías didácticas, documentales, tutoriales en línea, storytelling, aplicaciones móviles, entre otras. La clave está en empezar a tomar en cuenta cómo estos reaccionan y encaminan sus procesos de enseñanza-aprendizaje y, “no subestimarlos”, ya que los infantes y jóvenes de esta generación saben sumergirse con mayor facilidad que algunos adultos ante el reto de la exploración en la web y el “internet de las cosas” y estos deciden cómo quieren aprender.
Es así como, además, debemos asimilar que los aprendizajes, ya no dependen de un lugar específico, sino de actividades y estrategias “educomunicativas” que permitan a los niñ@s, jóvenes y adultos afianzar el conocimiento “desde los medios y con los medios”, los cuales son hoy indispensables, para encaminar los procesos de enseñanza de manera impostergable.
En esa tesitura, algunas de las recomendaciones apuntan hacia el levantamiento de los Centros Tecnológicos Comunitarios (CTC), con más de 93 emisoras de radio F.M. a nivel nacional, además interconectados con punto G, en zonas rurales y aledañas. Esto de la mano con el Fondo de Desarrollo de las Telecomunicaciones que gestiona el INDOTEL y la cuota de responsabilidad social de las empresas proveedoras de servicios de internet, pudiera convertirse en una “salida salomónica”, a corto plazo, para ampliar la cobertura y acceso WI-FI gradualmente.
Una vez entendamos y dialoguemos, mediante un acuerdo nodal e histórico, entre todos los sectores y grupos de interés, podremos sin lugar a dudas, modular estrategias efectivas para la conectividad y el acceso a internet, de aquellas comunidades identificadas en el mapa de la pobreza de la República Dominicana, así como las que van del campo a la ciudad, a través de un diagnóstico contundente de indicadores, el cual nos permita tomar las más acertadas decisiones, para la instauración de un nuevo modelo educativo inclusivo en la República Dominicana.
Sabemos que todo es parte de un proceso de cambios y transformaciones, que nada es fácil ni perfecto, pero esto debemos verlo como una tendencia global irreversible, sino apostamos al cambio tecnológico, será insostenible cualquier sistema educativo de la mano con los nuevos tiempos. Y si hemos dado disruptivamente pasos forzosos durante el confinamiento por COVID19 y están resultando desde los entornos digitales, seamos sensatos, ¿Por qué volver atrás sin detenernos a pensar en las consecuencias? Hagamos de la crisis una gran oportunidad para crecer y expandir la educomunicación junto a la República Digital soñada.
La autora es doctora en Comunicación y Educación Virtual.