Deportes, política, percepción y realidad

Deportes, política, percepción y realidad

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

A menudo me sorprendo con la falta de imparcialidad en la comparación entre uno y otro deportista sin que se tome en cuenta los tiempos, las condiciones, el cambio de reglas, el cambio del peso y la esfericidad de las bolas, de los balones.
Me parece muy traído por los cabellos comparar las indudables hazañas de, por ejemplo, Pedro Martínez, con las de Juan Marichal. Independientemente los tiempos han cambiado, la zona de strikes ha sido reformada, las pelotas son más o menos del mismo tamaño, pero de pesos diferentes, en los tiempos de Marichal los lanzadores tenían que trabajar juegos completos, ahora la forma del desarrollo del juego es diferente.
Basta con que un lanzador trabaje en cinco o seis entradas, tenga un desempeño bueno y deje el score ganancioso para su equipo, para que se anote como juego ganado por ese lanzador. Así es muy cómodo, muy conveniente. Se limita a 100 lanzamientos la actuación normal y rutinaria de un lanzador, antes de que sea objeto de remoción.
Entonces se recurre al sustituto de relevo largo y en los últimos episodios viene a lanzar el cerrador. Recuerdo la destreza, conocimiento y calma con la cual se desempeñó, con el mayor de los éxitos, un caballero en el campo del juego y fuera de él: el panameño Mariano Rivera.
En política han ocurrido cambios profundos, unos en favor de la transparencia en el conteo de los votos, otros en el manejo adecuado de los sufragios depositados, cuyo escrutinio es objeto de diabluras y corrupción por parte de partidos y de muchos votantes inducidos a vender los votos, en una acción de profunda perversión política contra la democracia.
Lo peor de la compra y venta de votos es que se ejerce hasta por el partido que usted menos imagina, aunque sus dirigentes se den fuertes golpes en el pecho y pregonen una honradez que no tienen.
Trasladan tales prácticas a sus propios partidos con el fin de avasallar a candidatos que, con mejores propuestas, más experiencia, no cuentan con la vocación de corruptores para ejercer esa acción deleznable. No se trata de una cuestión de recursos económicos es una cuestión de sentido moral.
Pero, he ahí, alguien tuvo la ocurrencia, para cerrar un poco la enorme brecha entre la maldad y la seriedad, entre el quehacer indigno y la honradez, al pedir primarias abiertas con el padrón de la Junta Central Electoral en consultas hechas el mismo día en todos los colegios y las mesas electorales.
Escuchemos el grito que se reproduce con el eco de los perversos cuando se oponen a una consulta democrática, transparente que reflejará la verdad.

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