ATAHUALPA SOÑÉ M.
Todas las personas en algún momento de su vida ha podido sentir algún manojo de tristeza, bajo estado de ánimo en los que de mantenerse su proyección y constancia nos conduciría hacia un estado que llamamos: Depresión.

Cada año el 9,5% de la población de los Estados Unidos de Norteamérica padece de enfermedades depresivas. El costo económico es sumamente elevado, pero el costo en términos de sufrimientos es incalculable. Los trastornos depresivos interfieren con el funcionamiento cotidiano del paciente. Causan dolor y sufrimiento no sólo a quienes lo padecen, sino también a sus seres queridos, llevando a cabo la destrucción de la vida de aquellos que la padecen y de sus familiares.

La mayoría de las personas deprimidas no suelen buscar tratamiento, aunque la mayoría podría recibir ayuda. Desgraciadamente, muchas personas no saben que la depresión es una enfermedad tratable. Recuérdelo.

El trastorno depresivo es una enfermedad que afecta al organismo (cerebro) el ánimo, y la manera de pensar. Afecta la forma en que una persona come y duerme. Altera la valoración de sí mismo (autoestima) y la forma de pensar. Un trastorno depresivo no es lo mismo que un estado pasajero de tristeza. No resulta ser una condición de la cual uno puede liberarse a voluntad. Las personas no pueden decir «ya basta, me voy a poner bien». Esta es la razón fundamental de la ayuda profesional requerida.

La depresión, al igual que otras enfermedades, presenta aspectos variables, esto así nos permite distinguir tres tipos: depresión severa, la distimia y el trastorno bipolar. Variando la gravedad, el número y la variabilidad de sus síntomas.

La depresión severa manifiesta una combinación de síntomas que interfieren con la capacidad para trabajar, estudiar, dormir, comer, incluso disfrutar de actividades que antes eran placenteras.

La distimia es un tipo de depresión menos grave, la cual incluye síntomas crónicos (a largo plazo), que no incapacitan tanto, pero que interfieren con el bienestar de la persona. Algunas personas con este tipo depresivo pueden padecer episodios severos en algún momento de su vida.

El trastorno bipolar, conocida también como maníaco-depresiva, no es tan frecuente como las anteriores. Se caracteriza por los cambios cíclicos del estado de ánimo, alto o bajo, amnía y depresión.

Cuando una persona se encuentra en la fase depresiva del ciclo, puede padecer de uno a varios, o todos los elementos sintomáticos del trastorno depresivo. Cuando se encuentra en la fase maníaca, la persona puede esta hiperactiva, hablar de manera excesiva y poseer gran energía. La manía afecta la manera de pensar, el juicio y la manera de comportarse con relación a los otros. Podemos encontrar personas que en la fase maníaca se sienten extremadamente feliz o eufóricas, con proyectos de grandes proporciones y decisiones descabelladas, además de embarcarse en aventuras o fantasías inexistentes. Si persiste dicho estado llegamos a un estado psicótico.

Aunque el abanico de los trastornos no se establecen por condiciones de sexo, apuntamos que la depresión posee una mayor frecuencia hacia la mujer, lo cual se explica en función de factores hormonales: ciclo menstrual, embarazos, aborto, período postparto, menopausia. La carga de responsabilidades del hogar, niños, etc., han de acentuar las posibilidades de estrés, así como también la condición de algunas madres solteras.

El hombre tiende a ser más reacio para admitir problemas depresivos. Los intentos de suicidios en la mujer son más numerosos, pero los actos suicidas en su ejecución son más comunes en el hombre.

El alcohol, las drogas y otros elementos sirven de máscaras para los trastornos depresivos en el hombre. La irritabilidad puede ser una manifestación expresiva de trastorno depresivo, ira, desaliento, situaciones que no permiten de manera fácil detectar un estado depresivo en el hombre.

No siempre las personas padecen todos los síntomas depresivos. La gravedad de los síntomas varía según la persona y también pueden variar con el tiempo.