ROSARIO ESPINAL
La selección de los candidatos presidenciales en los tres partidos principales ha desatado una sensación de depresión electoral, sobre todo, en segmentos de clase media. Un candidato en reelección, como ocurre con Leonel Fernández, trae poca novedad política, aún cuando mantenga un nivel considerable de aceptación en la opinión pública.
La oposición, por su parte, no ofrece alternativas que generen mucho entusiasmo. Miguel Vargas Maldonado fue un alto funcionario del desprestigiado gobierno del PRD y muestra precarias credenciales intelectuales para el cargo. Amable Aristy Castro tiene las mismas carencias y representa además una versión del clientelismo grotesco.
Con este panorama electoral, en un país donde la política es un gran pasatiempo, se ha generado un vacío que ha llevado a plantear la necesidad de una cuarta vía.
Se ha hablado de coalición de precandidatos perdedores de los tres partidos principales, de que por lo menos uno de ellos se lance, o de que surja una nueva figura política que concite amplio apoyo.
Sin embargo, ninguna de estas alternativas tiene potencial electoral para el 2008. Veamos.
Una coalición de perdedores no es viable porque alguno de ellos tendría que dirigirla y los demás no querrán subordinarse a un candidato presidencial de otro partido.
Que un solo perdedor represente la cuarta vía es también difícil porque su fuerza política hacia los comicios de 2008 sería muy limitada.
Y que una nueva figura política tenga éxito, requeriría de un magnetismo electoral de gran trascendencia, difícil de lograr donde no hay una situación de colapso del sistema de partidos. Por ejemplo, según la Encuesta de Opinión Pública de América Latina 2006, alrededor del 60% de los dominicanos dijo simpatizar por uno de los partidos políticos existentes. El otro 40% expresó no simpatizar por un partido, pero eso no significa que todos se inclinarían por una cuarta fuerza.
Los recursos económicos también constituyen una gran limitación para una posible cuarta vía.
El financiamiento público no les llegaría en cantidad significativa porque 80% de esos recursos se destinan por ley a los tres partidos que recibieron la mayor cantidad de votos en las últimas elecciones: PLD, PRD y PRSC. Por su parte, los recursos privados se destinan generalmente a los candidatos con posibilidad de ganar.
Por todas estas razones, a pesar de que entre algunos sectores sociales y hacedores de opinión pública prenda la idea de favorecer una cuarta vía para aderezar este período de transición entre la selección de candidatos y el inicio formal de la campaña, la posibilidad de éxito de una cuarta alternativa es cuestionable.
El entusiasmo para tal opción, atizado por noticias y debates en los medios de comunicación, no pasaría de varias semanas. Después, el candidato y sus activistas enfrentarían el problema de luchar con escasos recursos contra una estructura de tres partidos de amplios recursos económicos y organizativos, adiestrados en la competitividad electoral.
¿Qué hacer entonces ante un panorama electoral que se presenta bajo de entusiasmo y precario en alternativas seductoras?
Lo primero es entender que la democracia electoral es a veces vacía y aburrida. Lo segundo es que su revitalización no siempre depende de encontrar un líder que le inyecte energía política, como sucede cuando surge una figura de espectacularidad carismática que suplanta la acción de la sociedad.
Para reanimar el espíritu democrático en República Dominicana, más que un nuevo líder, se necesita que la ciudadanía asuma un papel protagónico en el debate y las demandas políticas desde las distintas instancias donde opera: el barrio, la escuela, las asociaciones profesionales, las iglesias, los medios de comunicación.
Sólo así puede entonces la sociedad comenzar a generar nuevos líderes con nuevos compromisos, que encarnen las utopías políticas que se gesten desde la sociedad.
Sólo así es posible modificar las relaciones de poder ancestrales que benefician la élite económica y política dominicana, y que el resto de la población acepta con apatía, cinismo o rabia.
Una de las principales fuentes de descontento en las sociedades con regímenes democráticos es que a pesar de los cambios de gobierno todo permanece igual.
Muchos gobiernos electos se desgastan rápidamente y los entusiasmos políticos son efímeros. Los líderes y partidos se intercambian en el poder y el optimismo político se deshace con facilidad.
Por eso, la solución a la depresión electoral actual no es simplemente buscar nuevos candidatos, que a fin de cuentas vendrán de las mismas parcelas políticas y compartirán los vicios del sistema existente.
Lo fundamental es que la ciudadanía se transforme siendo no sólo más crítica, sino también más partícipe del cambio social que, para ser democrático, requiere de una ética en el trabajo y la acción social guiada hacia el mejoramiento colectivo.
No son más candidatos los que necesita la política dominicana, sino más participación de la sociedad en la construcción de la democracia política y social.