Depresión en niños autistas

Depresión en niños autistas

Cuando se tiene un niño autista se experimentan emociones encontradas a diario. Los cambios en su estado de ánimo y niveles de ansiedad parecen presentar curvas. Cada día se torna incierto y ante tal torbellino, los padres se convierten, a la vez, en alumnos y profesores de su propia experiencia de vida.
Nadie está inmune a la depresión -ni niños, ni adultos- esa es la cruel realidad, pero cuando este cuadro clínico se adiciona al diagnóstico de autismo, la situación del niño, y dentro del círculo familiar, empeora.
Como bien nos comparte el psiquiatra para niños y adolescentes Lourival Baptista-Neto, especialista en depresión y trastornos de la ansiedad, cuando un niño autista es funcional, tiene mayores posibilidades de padecer depresión.
Esto se debe a que tiene mayor conciencia de la realidad y, por tanto, es víctima de las amenazas de su entorno, (hogar, escuela, lugares públicos…)
El autista con alto funcionamiento, a diferencia del que presenta un espectro severo de esta condición, posee un nivel de inteligencia normal o superior a la media, desarrollo del lenguaje y de comunicación… Estas características contribuyen a que comprenda la realidad en la que vive. Cuando el cuadro es severo, el niño vive en una especie de burbuja, y nada externo altera sus emociones.
Depresión: la concienciación es muy beneficiosa. Bajo este título, Baptista-Neto, quien se desempeña como vicepresidente de Servicios Clínicos del Departamento de Psiquiatría en el New York Prebysterian Hospital, dictó el miércoles pasado una interesante conferencia atendiendo a una invitación del Despacho de la Primera Dama, que preside Cándida Montilla de Medina.
La depresión es un problema de salud pública que presenta una fuerte carga humana y económica, dice el muy joven y destacado profesional.
En los Estados Unidos, destaca, la prevalencia de por vida de la depresión entre jóvenes de 15 a 18 años es del 11 al 14 %. Casi un cuarto de los adolescentes han reportado síntomas de depresión subclínicos que afectan negativamente sus funciones diarias. Esta realidad tiene una incidencia del 8 % en adolescentes y del 3 % en niños que no han alcanzado la pubertad.
La manifestación clínica en las personas jóvenes, por lo general, es diferente a la de los adultos, dice el especialista, quien explica que no presentan la forma “típica” de aparente tristeza y apatía.
Causales. A juicio de este psiquiatra, entre las causas que pueden convertirse en caldo de cultivo para que esta triste situación se produzca destacan: padres con depresión, baja autoestima, imagen corporal negativa, estilo cognoscitivo inadaptado, enfermedad crónica, apoyo social deficiente, sexo femenino, rechazo de compañeros e intimidación.
De ahí que observar, actuar a tiempo y ofrecer un correcto tratamiento pueden salvar vidas.

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