Depresión y suicidio de Robin Williams

Depresión y suicidio de Robin Williams

Psiquiatra Jose Miguel Gómez.

El mundo ha quedado impactado; boca abierta y en sobresalto. Cuando el Sheriff ha confirmado la noticia del suicidio por ahorcamiento del actor Robin Williams. El asistente personal había dado la información: “Williams sufría de una severa depresión y estaba en tratamiento”.

Un hombre versátil, histriónico, que tenía talento y el genio de transformarse cambiando la voz y adoptando todas las mímicas posibles para comunicar con niños y adultos. Hacía reír sin mucho esfuerzo; poseía una sensibilidad especial y una empatía que lograba meterse en los zapatos de cualquier espectador. La tragedia era que detrás de este cómico existía una tristeza patológica con la que luchaba por varios años.

Ese estado de ánimo depresivo, sin energía, sin motivación, abatido y melancólico con el que vivía; también le llevó al consumo de alcohol y cocaína, llevándolo a una conducta cocainómana, donde buscaba levantar el ánimo, mantener la vigilia, acelerar la motricidad y llegar a un estado eufórico que le pusiera a flotar, reír y hacer chistes, parecer el payaso alegre, feliz y divertido que visita a los niños en una hospital. Los psiquiatras sabemos los riesgos y las consecuencias de la Patología Dual y su comorbilidad. Williams tenía que lidiar con su extroversión y su timidez interna; con su propia soledad en compañía y a la vez, con la depresión y sus bajones de ánimo.

No se sabe si cuando niño era hiperactivo con déficit de atención, o si existe una condición heredo familiar-biológico- que le hacía vulnerable a los cambios de humor. Era un creativo, podía sumergirse en cualquier personaje y lograba hacer llorar y reír a todos en una pantalla de cine.

Pero Williams venía rumiando el suicidio, en una de sus últimas películas dijo: “El suicidio es una solución definitiva a los problemas momentáneos”. ¿De qué problema hablaba, a qué se refería? Esa constante depresiva de tener visión en túnel, de encontrarse en adnedonia (incapacidad para recibir o exteriorizar el placer): es un embotamiento y bloqueo emocional donde puede existir fortuna, fama, reconocimiento y validación social como para sentirse exageradamente feliz; sin embargo, el paciente no experimenta nada; ni auto-gratificación, ni placer, ni bienestar. Williams, como muchos actores exitosos, logró sus propósitos, sus metas, su sueños. Su trabajo se convirtió en su orgullo, lo disfrutaba, hacía que las demás personas se sintieran representadas en sus personajes. Literalmente, Williams fue un actor genial, talentoso, construyó familia, amigos, se vínculó con las demás personas. Pero era un ser humano, tenía factores biológicos y neuropsicologicos que no le funcionaban: neurotransmisores, dopamina, serotonina, glutamato y norepinefrina dirigían su placer, su estado de ánimo y su comportamiento.

La depresión es una enfermedad crónica no trasmisible que impacta en la vida psicológica, emocional y social. Hoy, se puede entender que las adicciones no son curables; que Williams sufrió probablemente de un síndrome de abstinencia tardío a las drogas, y su estado depresivo y ansioso fue aumentando, pudiendo llegar a presentar esos pensamientos negativos descalificante, y de muerte sin retorno, para entender que el suicidio era su única salida.

Después de esta pérdida para su familia, sus amigos y seguidores, debe de estructurarse una campaña de sensibilización y diagnóstico temprano sobre la depresión; pero también se debe comunicar a los jóvenes y adultos sobre el impacto que tienen las drogas en el cerebro y la conducta. La depresión no tiene que ver con la condición económica, ni social. El 15 o 25% de los pacientes no tratados pueden cometer el suicidio. Se ha perdido una excelente persona, un buen actor y un ser humano que logró con su trabajo hacer reír a todas las personas, mientras él se debatía entre depresión, droga y suicidio.

 

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