Derecha e izquierda unidas contra Obama

Derecha e izquierda unidas contra Obama

WASHINGTON.  Los legisladores Barbara Lee y John Fleming tienen muchas dudas sobre la petición del presidente Barack Obama para tener más facultades que le permitan celebrar acuerdos comerciales y enviar fuerzas armadas al exterior. Y su alianza es tan natural como la del agua con el aceite.

Generalmente hay un abismo ideológico entre la demócrata californiana Lee, que presume sus posiciones de centroizquierda, y el republicano Fleming de Louisiana, derechista acérrimo. Pero encarnan la extraña coalición de derecha e izquierda que complica dos de las principales prioridades de Obama.

Como muchos legisladores demócratas y republicanos, llegaron a sus posiciones por distintos caminos. Lee dice que los acuerdos comerciales perjudican a los trabajadores estadounidenses. Y como muchos izquierdistas, se opone a las guerras que parecen no tener objetivos precisos.

Fleming, por su parte, no quiere otorgarle mayores poderes a Obama para lo que sea porque todavía está furioso con sus medidas ejecutivas en materia de salud e inmigración. “Estoy menos dispuesto a concederle flexibilidad en la autoridad que a la mayoría de los presidentes, sean demócratas o republicanos, porque abusa de su autoridad”, dijo Fleming.

Esta unión de derecha e izquierda obliga a Obama a buscar una gran coalición de centro en un Congreso cuyo sector “moderado” casi ha dejado de existir. En muchos asuntos, como impuestos, gastos e inmigración, las divisiones se corresponden con las líneas partidistas. No así el comercio y la guerra.

La izquierda respalda a Obama en la mayoría de las cuestiones, pero muchos se sienten traicionados por dos sucesos en los últimos 21 años. Sostienen que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés) provocó la fuga de millones de empleos al exterior.

Y dicen que el ex presidente republicano George W. Bush le mintió a la nación y el Congreso cuando obtuvo su aprobación para invadir Irak en 2003.

El Congreso aprobó en dos ocasiones los objetivos militares de Bush después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Pocos días después de los ataques, los legisladores otorgaron a Bush un amplio margen para perseguir a Al Qaeda. Y en 2002 el Congreso aprobó la invasión de Irak.

Después resultó que las tan sonadas “armas de destrucción masiva” del régimen de Saddam Hussein eran inexistentes. Los recuerdos de esas votaciones se alzan ahora frente al pedido de Obama para “usar la fuerza militar” contra los terroristas del grupo Estado Islámico. Su pedido dejaría vigente la autoridad para la guerra de 2001, que muchos en la izquierda quisieran derogar.

Lee dice que es “un cheque en blanco excesivamente amplio” utilizado para “mantenernos en un estado de guerra perpetua”.

El comercio es el otro asunto que separa a muchos centroizquierdistas de Obama. Al igual que Bill Clinton, es un presidente demócrata que apoya el libre comercio a pesar del escaso apoyo de los legisladores demócratas.

Los republicanos dicen que son un partido a favor del libre comercio. Pero muchos de sus legisladores amenazan con oponerse a los planes comerciales de la Casa Blanca por el encono hacia Obama, no al comercio en sí.

Obama quiere la renovación del “fast track” (trámite veloz), que permite al presidente negociar acuerdos comerciales que el Congreso puede ratificar o rechazar, pero no enmendar. A esto se opone una coalición de extraños amantes.

El sindicato de Trabajadores de las Comunicaciones de Estados Unidos, que apoya a Obama en la mayoría de los asuntos, está colaborando con al menos un republicano para frustrar sus planes en este rubro.

Obama “ha abusado constantemente de la confianza del pueblo estadounidense en inmigración, salud y política exterior, y sin embargo ahora pide poderes ampliados para negociar acuerdos comerciales”, dice una carta redactada por el legislador republicano David McKinley, de Virginia Occidental, y distribuida por el sindicato.

Una carta similar firmada por el grupo conservador Tea Party Patriots y otras asociaciones dice que Obama “se ha apropiado de poderes una y otra vez”. Al negarle el fast track para los acuerdos comerciales, “se le envía un mensaje claro de que ya basta”.

Ahora que tantos demócratas se apartan de Obama en materia comercial, recae sobre los republicanos la tarea pesada de aprobar la vía rápida y los acuerdos comerciales que presumiblemente lo seguirán.

Al frente de esos esfuerzos está el presidente de la Comisión de Medios y Arbitrios, Paul Ryan, candidato vicepresidencial republicano en 2012. “Vemos que se puede trabajar en equipo en este asunto”, dijo Ryan a las autoridades japonesas durante un viaje reciente a Tokio.

“Estamos trabajando en este momento con los demócratas” para elaborar el proyecto de fast track, aseguró.

En una entrevista el martes, Ryan dijo que los japoneses y otros socios comerciales en potencia siguen de cerca las discusiones para ver si se aprueba el fast track, que incrementa enormemente las probabilidades de que se apruebe un proyecto comercial.

“No quieren arriesgarse” a hacer concesiones importantes en asuntos como dar acceso a sus mercados a menos de que exista una probabilidad real de que Estados Unidos lo apruebe, dijo Ryan. Pero resulta cada vez más difícil reunir mayorías centristas en la Cámara de Representantes.

Los análisis del National Journal de las votaciones en la cámara, que abarcan muchos años, descubrieron un gran bloque ideológico de centro en 1982. En ese momento, 344 legisladores se encontraban, por sus votos, en algún lugar entre el republicano más izquierdista y el demócrata más derechista.

Esa superposición ideológica por encima de las líneas partidistas se ha reducido drásticamente desde que el Partido Republicano se ha consolidado en la derecha y el Demócrata en la centroizquierda.

En 2002, apenas 137 legisladores se encontraban entre el republicano más izquierdista y el demócrata más derechista.

En 2013, eran cuatro. Los factores que han expulsado al centro de la Cámara de Representantes incluyen la reforma de los distritos electorales para excluirlos, la concentración de las izquierdas en las ciudades y las dos costas y los puristas de derecha e izquierda que dominan las primarias republicanas y demócratas respectivamente.

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