Conductores y propietarios de vehículos tienen la errada creencia de que pagar una ‘placa’ les otorga “patente de corso” para atropellar a los demás usuarios de las vías públicas.

Y escribo atropello en el sentido de obstaculizar la libre circulación y los derechos adquiridos de quienes también pagan sus tributos al Estado. Esa mala costumbre se ha ido imponiendo en una sociedad que a velocidad espantosa va perdiendo las cualidades que eran, en el pasado, sello de distinción: el respeto, la solidaridad humana y las normas de convivencia.

Esos comportamientos irrespetuosos se dan con particularidad en personas que entienden que la posesión de un lujoso vehículo les concede el privilegio de conculcar derechos ajenos, el mismo que les asiste por igual a todos los dominicanos, sin importar el color de su piel, religión, condición económica o social.

No es extraño encontrarse en lugares públicos a conductores que estacionan sus autos en cualquier espacio, aun cuando obstaculizan la libertad de actuación de otros. Y, lo peor del caso, es que lo hacen con la mayor naturalidad. No me cabe la menor duda de que gran parte de la población perdió, o nunca ha tenido entre sus atributos los mínimos conocimientos de las buenas costumbres. Naturalmente, son valores que se aprenden en el hogar, primero, y en la escuela después. Y nuestra educación, lamentablemente, anda “de capa caída” desde hace mucho. Valoramos culturas ajenas e ignoramos las que dan sentido a la nuestra.

Perdimos la orientación porque, al parecer, la brújula perdió el rumbo.