La huelga programada para hoy y mañana, como método de expresión de protesta, puede que no sea del agrado de muchos, y nos incluimos, pero tiene como característica de origen el reconocimiento de que está basada en motivos reales, valederos, porque hay verdaderas razones para protestar, aun cuando las exigencias de los organizadores del paro son exageradas y algunas de ellas imposible de satisfacer.
Los presupuestos del país -familiar, empresarial, nacional- se han empequeñecido y debilitado a tal grado que todas las clases sociales han descendido peldaños hacia el empobrecimiento. Se culpa de ello a la política económica aplicada por el actual Gobierno. Es de las pocas veces que coinciden pobres y ricos, el clero y la izquierda, empleadores y empleados, en un consenso asombroso que debería darse también a la hora de buscar soluciones y enderezar los entuertos de la nación. Se es injusto, sin embargo, cuando se omiten factores exógenos que también gravitan sobre la crisis.
Con toda esta razón a favor de los convocantes de la huelga, no hace falta que se procure dar más contundencia a la expresión de protesta con actos que puedan lesionar integridades y dañar propiedades.
No hace falta incendiar neumáticos ni atacar vehículos para añadirle razón a esta protesta que está asistida por el derecho, el mismo derecho que tienen otros a no plegarse a la paralización. Y no hace falta que la autoridad se exprese abusiva para ejercer su deber y preservar la paz. Debe reconocerse, empero, que el gobierno está obligado a mantener el orden y a garantizar la propiedad pública y privada.
Puestas las cosas en su justo lugar, lo ideal sería que por otras vías que no implicaran pérdidas, como ocurre con las huelgas, se lograra que el Gobierno entienda que hay muchas cosas por corregir para que el país marche como debe ser. Antes de llegar a esta medida de fuerza ha habido una interlocución sorda, que no entiende que la pérdida de poder adquisitivo de la moneda y el encarecimiento de todo lo que se puede comprar esta sumiendo cada vez más en la pobreza a todos los sectores de la vida nacional, fundamentalmente a los que viven en la pobreza.
Bien vale la pena aspirar a que la huelga transcurra en calma, que no haya pérdidas de vidas ni alteraciones del orden, como tampoco pruebas de arrogancia de los llamados a mantenerlo.
Es hora de demostrar que la razón pesa más que la fuerza.
[b]Viajes ilegales[/b]
Las expediciones furtivas hacia Puerto Rico parecen haber aumentado en frecuencia y número en los últimos tiempos.
Esta conjetura se desprende de la frecuencia conque se informa de naufragios de yolas, arrestos de ilegales e inclusive llegadas de dominicanos a costas puertorriqueñas.
No se tiene cuenta de que la situación en Puerto Rico haya cambiado significativamente en los últimos tiempos, como para justificar un aumento del atractivo de nuestro vecino insular del oriente.
Debe ser, entonces, que las cosas han ido empeorando en el territorio nacional, compeliendo a más gente a buscar una salida, no importa cuán riesgosa, a sus penurias y carencias, a su indefensión y desesperanza.
La situación económica se ha convertido en un acicate para estas expediciones, pues para alguna gente la salida del país representa una posibilidad de supuesto cambio, de supuesta mejoría. Para otros, los viajes ilegales son un modus vivendi, un comercio criminoso de múltiples complicidades, una especie de empresa que permea tantas capas que logra preservar la impunidad a toda costa.