Derribando el generalato

Derribando el generalato

En los institutos castrenses, incluida la Policía Nacional hay nombrados más de 340 generales; es decir, en un total de unos 45,000 uniformados, tenemos un oficial de este rango por cada 132 militares.  Esto es algo insólito, si por ejemplo lo comparamos con el ejército más poderoso del planeta, el de los Estados Unidos de América con aproximadamente dos millones de soldados, no tiene esa cantidad de oficiales generales.  Por eso, bien hizo el señor Presidente de la República en su discurso de rendición de cuentas el pasado 27 de febrero, en afirmar que someterá un proyecto de ley para regular esta anómala situación.

Si nos remontamos al pasado, en los gobiernos del doctor Balaguer fue que se “cualquierizó” el nombramiento de general.  Hubo tan gran relajo, que se nombró hasta un chofer y lo más insólito, uno encargado de recoger la basura de la capital.  El presidente Don Antonio Guzmán quiso poner un freno e hizo una “limpieza”, pero desafortunadamente también cayó en la trampa de tener que ascender automáticamente aquellos oficiales que según el reglamento deberían ser promocionados y esa es la causa del elevado número de generales, que de seguro, ni se conocen entre ellos.

Es también una costumbre el que los altos oficiales muestren barras, galones, condecoraciones y otros distintivos para adornar ambos lados de sus pechos. Y nos preguntamos ¿En cuál batalla, escaramuza o guerra se las ganaron?  En ese sentido vamos a contar una anécdota de la cual fuimos testigos.  Cuando terminó para los franceses la guerra de Vietnam en la batalla de Dien Bien Phu, el comandante de aquella sangrienta resistencia vino a Santo Domingo comandado una escuadra de buques de la marina francesa. Ofreció una recepción a bordo de la nave capitana y nosotros fuimos invitados como egresado de la Universidad de París. En el puente de mando se presentó el comodoro Rivera Caminero, Jefe de la Marina de Guerra, con una “ferretería en el pecho”, un kepis con más ramos que una palmera y por supuesto, un “pistolón” de arma de reglamento.  De su parte, aquel héroe que había resistido por meses las embestidas de los agresivos y valientes vietnamitas, vestía un simple uniforme de marino, todo de blanco, descubierto y como única prenda la medalla de la Legión de Honor que otorga Francia a un gran adalid.  ¡Qué vergüenza pasamos! 

En las fuerzas armadas tenemos varios almirantes y contralmirantes con apenas unos destartalados buques; desechos que más bien le hemos hecho un gran favor al país desarrollado donante.  Asimismo, un paquete de generales del ejército de tierra, para comandar unas pocas tanquetas desvencijadas.  En la aviación militar no vamos mejor.  Si a cada general se le asignara una aeronave, tendríamos que esperar los 7 supertucanos que faltan.  En la policía nacional, un cuerpo que actúa como militar, olvidando que es un auxiliar de la justicia, hay 49 generales. Y para colmo: Hasta en los bomberos tenemos generales.  En definitiva,  todos quieren ser general y si le agregan Teniente, mejor.

El presidente doctor Leonel Fernández en esta semana ha puesto en retiro a 31 generales pero en el ínterin ascendió a 7.  Resultado, ahora tenemos 38 generales con disfrute de sueldo, 7 activos y 31 pensionados.  Hay que poner en retiro sin aumentar la matrícula, porque sino seguiremos en lo mismo y nos clasificaran como hasta ahora lo han hecho, súbditos de una “Banana Republic”.  Ojalá que esta vez la decisión presidencial vaya en serio, porque ya otras veces se ha externado lo mismo y todo ha quedado en puro teatro. Necesitamos unas fuerzas armadas llena de profesionales que desempeñen una labor digna y no de militares que cuidan casas de políticos y oficiales; conductores llevando niños a las escuelas y de vez en cuando, hasta bañan  perros, se podría alegar de raza, pero son canes.  

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