Derribemos al gigante

Derribemos al gigante

Vivimos tiempos difíciles. El temor de que los productos básicos eleven su precio aún  más, de que exista una insalvable escasez de alimentos y que los altos costos de la factura petrolera lleven al mundo a un laberinto sin salida, nos asedia.

Con pesar, vemos cómo el hombre del campo se ha dedicado a realizar actividades diferentes a la de la siembra y la cosecha. Las naciones no producen los alimentos necesarios para abastecer al mundo.

La tierra, y algunos de sus productos, está siendo usada para sustituir el petróleo, como fuente de energía.

Diversos fenómenos naturales, han destruido grandes sembradíos.

Todo esto ha influido significativamente en la reducción del abastecimiento de alimentos.

La población se encuentra muy desalentada y no vislumbra salida alguna ante esta difícil crisis, que se agrava cada día.

De continuar las cosas de esta forma,  se producirá un caos mundial.

Antes de que ese momento llegue, es necesario  meditar en cuáles son las soluciones que pueden aplicarse.

Para ello,  citaremos la experiencia vivida por José, el hijo de Jacob, quien fue  el segundo hombre después del faraón, ocupando el cargo de Gobernador de Egipto, posición que ostentó a raíz de la interpretación  de un sueño que tuvo el Faraón, donde le fue revelado  que vendrían siete años de abundancia  en el mundo y siete años de terrible hambruna. 

Como hombre lleno de la sabiduría de Dios, entendió que la única salida era, almacenar todo lo necesario para abastecer a su nación  y a las naciones vecinas.

José  nombró un hombre de reconocida reputación, por su honradez e integridad, como responsable de exigir un quinto de la producción para almacenarla.

Se recogían todos los víveres y frutos, se almacenaba el grano para alimento, lo que se hizo en cada ciudad.  Se crea, así, una  reserva en el tiempo de hambre en la tierra.

Dios nos hace un llamado a reflexionar sobre la forma en que administramos nuestras vidas, como individuos y como naciones, haciéndonos entender que solamente implementando las estrategias que Dios nos dejó registradas en las Escrituras, las  cuales nos muestran excelentes resultados, podremos ser prosperados.

Decidamos hacerlo,  por encima de nuestros propios intereses,  y, como  David, que  pudo vencer a Goliat,  lograremos nosotros vencer al gigante de este tiempo.

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