Desafío

Desafío

ANTONIO GIL
Nuevamente los González Cuesta lanzan un desafío a los que tienen miedo y creen que este país «se va a acabar». En medio de esta crisis de los últimos dos años ellos estaban silenciosamente construyendo y levantaron un nuevo gran supermercado en San Pedro de Macorís. Así siempre han trabajado. Desafían el miedo y, gracias a Dios y en buena hora lo diga, siempre vencen.

Recuerdo a don Manuel González Cuesta cuando tenía el colmado Nacional en la avenida Mella a esquina Santomé, el almacén enfrente, donde hoy está la ferretería, y la casa de familia en la segunda planta de este último edificio.

En medio de la más grande crisis que había conocido el país a finales de la Era de Trujillo muchos capitalistas dominicanos comenzaron a huir y a ocultar su dinero. El viejo González Cuesta, en cambio, tumbó el edificio del colmado Nacional, que lo recuerdo todavía con sus bloques de superficie ondulada sin recubrir, y comenzó a hacer lo que es hoy el supermercado Nacional de la avenida Mella. Cavaron por meses en la roca dura y filosa. Llamaba poderosamente la atención porque los dominicanos no estábamos acostumbrados a ver los sótanos y menos uno tan grande y profundo. Finalmente levantaron el edificio que hoy está allí. Luego amplió el local del almacén que estaba enfrente e hizo la ferretería. Su objetivo era dar empleo a gente pobre, sin recursos, en un momento de grave crisis en que se pasaba hambre y nadie se podía quejar.

Ese supermercado fue, en su momento, el más grande y el primer edificio de su tipo construido con ese propósito en el país. El enorme sótano sería el almacén y el sitio para empaque de productos y preparación de carnes. Además puso el concepto de supermercado al alcance de los sectores populosos, ya que hasta entonces era algo de grupos exclusivos.

Apostó por su país y ganó.

En 1965, cuando el país se debatía en medio de una grave crisis económica que desembocó en la revuelta militar y estábamos intervenidos, mucha gente huyó, pero los González Cuesta-Corripio construyeron el edificio del supermercado que está en la avenida Abraham Lincoln a esquina 27 Febrero. En esa época ese sitio no solo era las afueras de la ciudad, sino catastralmente zona rural. Nuevamente apostaron por el país y ganaron.

Cuando comenzó la crisis de la devaluación de 1980, también hubo una estampida de capitales, pero los González Cuesta ampliaron el supermercado de la 27 de Febrero. En medio de la crisis de 1983 a 1986 lo ampliaron nuevamente y comenzaron a construir el edificio del estacionamiento y la plaza comercial que está junto.

En medio de la crisis de finales de los ochenta y principios de los noventa construyeron el supermercado de la Lope de Vega, el de Arroyo Hondo, el de Santiago y luego compraron uno de los Rivera en la Charles de Gaulle, el cual ampliaron.

En los años subsiguientes desafiaron todos los malos pronósticos y se lanzaron a invertir en Los Mina y La Romana -donde tienen dos y pronto serán tres- además de que construyeron el enorme sistema de envasado y almacén en la avenida Luperón. Retomaron también el concepto del colmado y desarrollaron la cadena de Despensas que regaron por barrios y pueblos.

Ahora cuando otra vez muchos temen que esto se acabe los González Cuesta inauguran un supermercado en San Pedro de Macorís.

Don Manuel González Cuesta trabajó todos los días de su vida como cualquiera de sus empleados. Murió junto a su escritorio en el almacén. Simplemente estaba sentado y cerró los ojos. Sus hijos y nietos han seguido una formidable tradición de trabajo y de éxitos.

Cuando reviso estas locas apuestas por este país y su gente, pienso en quienes los llaman con tono despectivo «españoles». Entonces me pregunto ¿qué es ser dominicano? Estos realmente son dominicanos porque abonan con su sudor y su fortuna, todos los días, el futuro de este país. No siembran su trabajo y dinero fuera sino en el surco dominicano.

Hay que tomar en cuenta que una sola de estas apuestas que les fracasara en el pasado, los hubiera sacado del medio, pero confiaron en país y ganaron.

Es bueno apuntar – porque en ocasiones este tipo de escritos destapa la malacia – que no me fían en El Nacional ni me hacen regalos. Además creo que los hechos desafían cualquier otra interpretación.

Mi intención es despertar el interés para que otros también apostemos por el país. Tres generaciones de González-Cuesta-Corripio así lo demuestran. ¿O no es así?

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