Apenas se ha secado la tinta de las declaraciones de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños que se acaba de celebrar y donde se proclamó como gran – y urgente – desafío el enfrentar la pobreza. Imposible visualizar un objetivo más noble que ese. Potencial existe para avanzar por ese derrotero siendo considerada la región la más desigual del mundo por la extrema concentración de la riqueza.
En años recientes la región registró tasas relativamente altas de crecimiento ante una coyuntura internacional favorable con una China con demanda voraz que provocaba altos precios para los commodities de nuestros países. A pesar de la crisis mundial la región, de conjunto, redujo la pobreza, logró una mejor distribución del ingreso, controló la inflación, pero no aprovechó la ocasión para transformar su estructura productiva en general. Ahora se le levantan tremendos desafíos acompañados de una desaceleración del crecimiento. Sus sectores tradicionales – petróleo, minería y productos agrícolas – generan ingresos pero su impacto en el nivel de empleo es reducido. Hay que diversificar y para ello se debe invertir en calificación de mano de obra. La región debe tomar acciones para recuperar buenas tasas de crecimiento reforzando la inversión productiva en un nuevo escenario tecnológico que permita elevar posniveles de productividad multisectorial y multifactorial. Así, en un mundo donde habrá menos disponibilidad de dinero podría ejercer nuevamente atracción sobre inversores foráneos en el marco de restricción del crédito y elevación de los costos financieros. No podemos ignorar que nos viene una situación de reversión monetaria global que acarreará volatilidad y fuga de capitales. En EE.UU. van a subir las tasas de interés.
La relación-interdependencia entre la región y la economía norteamericana ha variado profundamente en las dos direcciones. Un crecimiento del 4% en EE.UU. solo impactará un 0.4% el crecimiento en América Latina; mientras que solo cuatro países exportan a ese mercado un equivalente del 20% del PIB, para más de 8 representa solo un 2%. Varios ya no lo tienen como principal socio económico-comercial.
Para minimizar el retroceso en los niveles sociales alcanzados, la región necesita generar 50 millones de nuevos empleos en 10 años, solo para compensar el crecimiento poblacional, además deberá crecer 3% y los pronósticos se sitúan en 2%. La Organización Internacional del Trabajo registra 15 millones de desempleados en zonas urbanas, un millón de empleos menos en 2014 y la pérdida de otros 500 mil en 2015 aumentando los 130 millones que viven con empleos informales. Urgen previsiones para recuperar el crecimiento, elevar los niveles de bienestar desestimulando la intranquilidad social. Es inevitable actuar sobre la distribución del ingreso
Nadie debiera perder el sueño ni aterrorizarse cuando se habla de mejorar la distribución de la riqueza; no se trata de que los ricos dejen de ser ricos, sino de que los pobres dejen de ser pobres. Aunque unos seguirán disfrutando de abundancia, otros, la mayoría de las poblaciones de los países de la región, dejarán de “abundar” en la miseria. Tendremos sociedades más justas y menos inestables.