Desahogándome con Juan Bosch

<p>Desahogándome con Juan Bosch</p>

HAMLET HERMANN
Recordado don Juan:
Tengo conmigo el discurso que usted pronunciara aquel miércoles de ceniza de 1963 luego de juramentar como Presidente de República Dominicana. Recuerdo como si fuera ahora la emoción que embargó este pueblo cuando tuvo lugar esa ceremonia. Por ingenuidad y por atraso político no veíamos la conspiración temprana de los que contribuyeron a matar a Trujillo sólo para sustituirlo, no para beneficiar al sistema democrático. Desgraciadamente, cuarenta y tres años después de aquel glorioso día, muy poco hemos alcanzado de lo que usted planteaba.

Cuán sabio fue al decir aquel 27 de febrero: «Un gobernante democrático debe tener oídos abiertos para oír la verdad, ojos activos para ver lo malo antes de que se realice, mente vigilante para que nada ponga en peligro la libertad de cada ciudadano y un corazón libre de odios, dedicado día y noche sólo al servicio del pueblo.»

Lamento decir que aquellas enseñanzas suyas parecen haber sido excluidas del material de estudio de su Partido de la Liberación Dominicana. No me tome a mal. Mi propósito es tratar, de alguna manera, que oriente a los peledeistas para que no sigan hundiéndose. Usted hablaba de «tener oídos abiertos para oír la verdad» pero los más destacados discípulos del «boschismo» sufren de sordera ante las opiniones de aquellos que no son incondicionales a la rosca presidencial. Peor aún, están ciegos ante las abundantes violaciones, propias y ajenas, a las leyes.

Algunos quieren echar la culpa de la degeneración partidaria a la masificación del PLD. Pero eso no es más que una coartada. Los que cometen las mayores barbaridades no son los advenedizos ni los tránsfugas balagueristas. No, los que patrocinan el caos son los miembros del Comité Político y del Comité Central quienes se repartieron los más importantes cargos en el gobierno a pesar de que estaba prohibido por una resolución del Congreso del Partido. Aunque parezca increíble, la élite partidaria es la beneficiaria principal de la piñata del erario. Y como si la vida de honestidad ejemplar de Juan Bosch nunca hubiera tenido lugar, ni siquiera se sonrojan cuando exhiben enormes riquezas que no han sido producto del trabajo honesto.

Don Juan: aquellos gobernantes politiqueros que conoció en la Cuba degenerada de la primera mitad del siglo veinte quedan chiquitos ante la actitud de algunos de sus connotados discípulos en el PLD. Grau San Martín y Prío Socarrás morirían de envidia ante el clientelismo y el transfuguismo que ha sustituido a los círculos de estudio como forma de ingresar al Partido. El afán de la reelección presidencial está llevando por mal camino a aquellos que usted suponía servirían al pueblo. Da la impresión de que fue Balaguer y no usted quien fundó y le dio sentido político al Partido de la Liberación Dominicana.

Profesor: ¿recuerda cómo se desgañitaba hablando sobre la necesaria e indispensable educación del pueblo dominicano? Tengo para decir que República Dominicana no apareció este año en las estadísticas universales que miden la calidad de la educación. Caímos tan bajo que nos salimos de los parámetros establecidos. Sus discípulos dilapidan miles de millones de pesos en varilla y cemento mientras las escuelas no tienen ni siquiera donde sentar los muchachos. Han llegado al extremo de sacar fondos del presupuesto de Educación para enterrarlos en una casi inútil locura de transporte. No en balde el país fue percibido en las mediciones de 2006 como más corrupto que el año pasado. ¿Habría algo que pudiera hacer desde allá para que sus alumnos sienten un poco de cabeza?

Profesor: los medios de comunicación están saturados con las informaciones gubernamentales sobre el enorme crecimiento económico de nuestro país. Y no dudo que sea verdad. Lo que no puedo dejar de preguntar es ¿adónde llega ese crecimiento económico? ¿Quiénes son los beneficiarios de tanta bonanza? Lo más probable es que esas riquezas queden por las alturas, entre los mercaderes del dinero y los funcionarios menos escrupulosos. ¡Imagine que nos hemos quedado sin Banco Central! Aquello se ha convertido en una sanguijuela financiera que cada día debilita más las finanzas nacionales con un déficit inmanejable. Agrava las cosas el hecho que en el gobierno muy pocos parecen estar interesados en castigar a los culpables del más grande fraude fiscal que ha conocido la historia dominicana porque, según dicen, podrían incriminarse.

Don Juan, perdone este desahogo pero por un momento pensé que la sordera y la ceguera de sus más connotados discípulos podía ser amainada a través de su influencia. Si usted no pudiera ayudarnos, temo que nos expongamos a que la paciencia de la mayoría de los dominicanos llegue pronto a su límite y el caos que soportamos termine como la fiesta de los monos: a rabazo limpio.

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