– Leí en el Listín Diario que la Policía y el Ministerio de Interior desarmarán a los haitianos ilegales que se encuentren en territorio nacional, y no hace falta decir que esa decisión es consecuencia del supuesto ataque a tiros del que fue víctima una patrulla policial el fin de semana pasado en el barrio 27 de Febrero. Y aunque no se ha informado cuándo empezará ni cómo lo harán, debemos estar pendientes de ese operativo, pues aunque José Ramón Fadul y el mayor general Manuel Castro Castillo se mostraron muy seguros, delante de cámaras y micrófonos, de lo que hablaban, salir a desarmar haitianos ilegales no es tan fácil como lo pintan. El barrio 27 de Febrero, por donde habría lógicamente que empezar, no es el único enclave de la geografía urbana nacional invadido por la inmigración ilegal haitiana, y hay que suponer que después de todo el alboroto y el amagar y no dar se puede apostar a que la Policía no encontrará ni un cuchillo de cocina mal puesto cuando “se tire” a la zona. ¿A dónde irán después? ¿A los barrios de Santiago, donde están hasta la coronilla de los haitianos y su malvivir? ¿A la zona Este, donde han arrabalizado el entorno de los principales centros hoteleros? ¿O sería mejor en la frontera, un colador de mas de 300 kilómetros por donde no solo se cuelan armas de todos los tamaños y calibres? ¿Y cómo serán esos operativos de desarme? ¿Casa por casa y callejón por callejón ¿O se detendrá a los haitianos en las calles cuando muestren un perfil sospechoso? Confieso que me he hecho esas y muchas otras preguntas desde que empecé a escuchar la cantaleta de las bocinas nacionalistas exigiendo que se desarme a los haitianos, y debo decir que solo he conseguido acrecentar mi escepticismo ante una iniciativa que no parece tener ni pies ni cabeza no obstante la vehemencia casi patriótica conque fue anunciada. Sin dejar de señalar, tampoco, que solo serviría para exacerbar las acusaciones de que aquí se maltrata, se persigue y se discrimina a los pobres haitianos.