Desastre y desolación tras paso de “Katrina”

Desastre y desolación tras paso de “Katrina”

NUEVA ORLEANS (AP).- Los rescatistas a lo largo de la costa del Golfo de México devastada por el huracán Katrina hacían a un lado los cadáveres para llegar a los sobrevivientes, al tiempo que la gobernadora de Luisiana contenía las lágrimas mientras ordenaba la salida de los refugiados de esta ciudad azotada las inundaciones y múltiples saqueos que la policía no podía detener.

   Dos diques se rompieron el martes y el agua inundó la ciudad un día después de que Nueva Orleáns pareció haber escapado a la destrucción generada por el huracán. Aproximadamente el 80% de la urbe, ubicada bajo el nivel del mar, se encontraba inundada, en algunas partes hasta en 6 metros (20 pies) de profundidad, con kilómetros y kilómetros de casas sepultadas bajo el agua.

   «La situación es insostenible», dijo Blanco en una conferencia de prensa. «Es simplemente desgarradora».

   Tan sólo un condado de Misisipí indicó que la cifra de muertos en su territorio era de cuando menos 100, y las autoridades están «muy, muy preocupadas de que el número de muertos sea mucho más alto», dijo Joe Spraggins, el director de defensa civil del Condado de Harrison, donde quedan las ciudades de Biloxi y Gulfport.

   Treinta de las víctimas en el condado fallecieron cuando un edificio de apartamentos ubicado frente a la playa se derrumbó al ser impactado por una ola de 78,5 metros (25 pies) de altura cuando Katrina azotó la costa del Golfo de México con vientos de hasta 233 kph (145 mph). Y las autoridades de Luisiana dijeron que se temía que hubiera muchos muertos en el estado, lo que convierte a Katrina en una de las tormentas más letales en azotar Estados Unidos en décadas.

   Se produjeron saqueos en Biloxi y Nueva Orleáns, en algunos casos frente a la policía y la Guardia Nacional. En la calle Canal, la principal avenida en el distrito financiero de Nueva Orleáns, los saqueadores se desplazaban con dificultad en el agua que les llegaba a la cintura y abrían las verjas de acero frente a varias tiendas de ropa y de joyería.

   Se le preguntó a un hombre, que tenía unos 10 pares de pantalones vaqueros bajo su brazo izquierdo, si estaba rescatando cosas de su tienda.

   «No», respondió gritando, «­esa tienda es de todos!»

   Los saqueadores en un Wal-Mart cargaban carritos de supermercado con hornos de microondas, hieleras y juegos de cuchillos. Otros salían de una tienda de artículos deportivos cargados de zapatos y camisetas.

   Después de sobrevolar las zonas afectadas desde el aire, el gobernador de Misisipí Haley Barbour dijo que se veía como Hiroshima tras la bomba atómica.

   El alcalde de Nueva Orleáns, Ray Nagin, dijo que cientos, si no es que miles, de personas podrían seguir atrapadas en los tejados y en áticos, por lo que los botes de rescate dejaban de lado los cadáveres.

   «Ni siquiera nos estamos haciendo cargo de los cadáveres», dijo Nagin. «Sólo los están haciendo a un lado».

   La inundación en Nueva Orleáns empeoraba en cuestión de minutos, lo cual provocó el desalojo de hoteles y hospitales y un audaz plan para arrojar enormes sacos de arena desde helicópteros para obstaculizar el paso del agua en uno de los diques rotos. La ciudad de 480.000 habitantes no tenía agua potable y podría estar sin electricidad por semanas.

   Con el nivel del agua elevándose peligrosamente dentro del Superdome, Blanco dijo que se tendría que evacuar a las decenas de miles de refugiados guarecidos allí y en otros refugios de Nueva Orleáns.

   Solicitó a los habitantes que pasaran el miércoles en oración.

   «Eso sería lo mejor para tranquilizar nuestro espíritu y agradecerle a nuestro Señor por haber sobrevivido», señaló. «Lentamente, gradualmente, nos recuperaremos; sobreviviremos, reconstruiremos».

   Un vistazo de la devastación desde un helicóptero sobre la zona de Nueva Orleáns reveló a personas de pie en los tejados mientras esperaban los botes de rescate. Una hilera de ambulancias que se requerían con urgencia estaban en la carretera, pues el agua les impedía el paso. Los carros de la montaña rusa sobresalían del agua en el parque de diversiones de Six Flags y se veía a cientos de internos junto a una carretera porque la cárcel donde estaban se inundó.

   La senadora Mary Landrieu se persignó al ver la parroquia de San Bernardo, donde sólo podían verse los tejados por encima del agua.

   «Toda la parroquia ha desaparecido», dijo Landrieu.

   Durante todo el día se vio a rescatistas que empleaban helicópteros para arrojar cables a las víctimas y rescatarlas de los tejados de las casas aisladas por la inundación. El Servicio de Guardacostas informó que rescató a unas 1.200 personas.

   «Hablé con paramédicos que se encuentran en la zona y la devastación es tan grande que no dejarán de contar (cadáveres) durante un buen rato», dijo Mark Williams, supervisor de operaciones de un servicio de ambulancias que opera en la costa de Misisipí.

   Decenas de miles de personas requerirán permanecer en albergues durante semanas, si no es que meses, dijo Mike Brown, director de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias. Y una vez que las aguas se retiren, la ciudad «va a ser increíblemente peligrosa» debido al daño estructural a los hogares, las enfermedades transmitidas por los animales muertos y las sustancias químicas almacenadas en los hogares, dijo.

   Aproximadamente 40.000 personas se encontraban en refugios de la Cruz Roja a lo largo de la costa del golfo.

   Las autoridades le advirtieron a la gente que no regresara a sus hogares, pues eso sólo interferiría con los esfuerzos de rescate y recuperación.

   El total de muertos no incluye a las 11 personas que murieron en el sur de Florida cuando Katrina, en ese entonces mucho más débil, golpeó esa zona el jueves y viernes de la semana pasada.

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