Desastres naturales, conflictos bloquean
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Desastres naturales, conflictos bloquean <BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2005/06/AF324397-CAA9-47BC-BD3E-E2400DAAF6FD.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=305><noscript><img
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MÉXICO (EFE).- Los desastres naturales son el lastre histórico del crecimiento de Latinoamérica, también coartado por dictaduras, guerras, conflictos políticos e inadecuadas políticas económicas y financieras, según la CEPAL.

«Los conflictos económicos, sociales y políticos se ven agravados por fenómenos naturales extremos», señaló a EFE en México el encargado de la Comisión Económica Para América Latina y El Caribe (CEPAL) para la Evaluación de Desastres, Ricardo Zapata.

La región es golpeada cíclicamente por terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y huracanes, algunos de ellos imposibles de predecir, y que causan anualmente pérdidas millonarias a los países afectados.

Aunque en 2004 no hubo grandes terremotos ni actividad volcánica al sur de Estados Unidos, la temporada de ciclones (junio a noviembre) arrasó algunas zonas de países del Caribe y dejó más de 30.000 millones de dólares en pérdidas en Florida (EEUU), por donde pasaron cuatro huracanes en apenas dos meses.

Granada tuvo pérdidas por el equivalente al 212 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en las islas Caimán alcanzaron al 189 por ciento, según datos de CEPAL.

El efecto más notorio en el crecimiento será para Granada, que depende de recursos naturales e infraestructura turística que se vieron severamente afectados por los ciclones.

Mientras tanto, para las Caimán las perspectivas son mejores porque su principal actividad es la banca «off-shore» (paraíso fiscal) y además cuenta con seguros.

Jamaica y la República Dominicana, también se vieron afectadas por huracanes, mientras que Haití, la economía más pobre de la región, sufrió inundaciones y el devastador paso del huracán «Jeanne», además de «una crisis política persistente» que ahondó sus problemas económicos.

Con 14 huracanes, 7 de ellos «sumamente violentos», 2004 es considerado «paradigmático» en términos de fenómenos climáticos en la región, pero para este año los pronósticos son aún peores.

«Se espera que la estación de huracanes de 2005 sea más fuerte aún que la de 2004. Este año serán entre 15 y 16 y el número de eventos extremos con fuerza similar a los más dañinos del año pasado estará entre 8 y 9», afirmó Zapata.

El problema es que cada año se construyen más hoteles de playa y urbanizaciones en el corredor de ciclones -que es un paraíso tropical cuando hay sol- sin mayor planeación ni refuerzo de los materiales para resistir el embate de la naturaleza.

Esto provoca víctimas y más pérdidas que antaño, que finalmente «distraen» recursos de otras inversiones productivas necesarias para el crecimiento del país, especialmente para reparar daños en infraestructura, señaló la CEPAL.

Asimismo, metas de desarrollo como los Objetivos del Milenio de la ONU se ven postergadas ante otras necesidades más apremiantes de reconstrucción, dijo el especialista de CEPAL.

Un ejemplo de estos perjuicios es el huracán «Mitch», que en octubre de 1998 devastó varios países de Centroamérica, lo que causó un rezago en el crecimiento de hasta una década.

«En Honduras se habla de 10 años y en Nicaragua de 5 a 10 años perdidos», dijo Zapata.

La explicación es la falta de previsión y de participación de la comunidad afectada en soluciones así como la falta de diversificación de las economías pequeñas afectadas, que amplifican los daños.

«En las economías grandes, diversificadas y con muchos sectores productivos, un desastre sobre una región no afecta a la totalidad del país, mientras que en naciones más pequeñas, muy dependientes de una o dos actividades, el efecto va a ser mayor», dijo el experto.

Esto explica en parte la diferencia que hay entre América Latina y Asia que, a pesar de verse enfrentadas a catástrofes naturales cíclicas, tienen notorias diferencias en su desarrollo.

El maremoto del 26 de diciembre de 2004 en el sureste asiático lo probó.

Aunque por número de víctimas (unos 300.000 muertos) fue el peor desastre en muchos años, no tuvo mayores consecuencias para el PIB de la región, basado mayoritariamente en otras actividades, fuera de las ribereñas, según Zapata.

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