Desatar el nudo, romper la lógica

Desatar el nudo, romper la lógica

Desde los inicios de la década de los 90, en nuestro país, sectores de la clase política, del empresariado, eclesiales y de algunos intelectuales “políticamente correctos”, impusieron la idea de que los conflictos o diferencias en el plano de lo político debían resolverse en las mesas de diálogos, donde fruto del consenso, se llegaría  al acuerdo entre las partes.

Esta suerte de sentido común, significaba el triunfo coyuntural del pensamiento liberal/conservador sobre el de la democracia sustantiva y es, en esencia, la negación de la acción colectiva como forma de superoración del un conflicto enfrenta a partidos o grupos sociales. Para esos sectores, con la caída del muro de Berlín y el final de la guerra fría, las referencias ideológicas y políticas identificadas como izquierda y derecha, se situaban fuera de época y de uso.

La generalizada aceptación de esa posición conservadora ha sido devastadora en el proceso de construcción de la democracia dominicana. Con ella se ha satanizado las luchas políticas o reivindicativas que se expresen a través de protestas en las calles y algo extremadamente grave, la justificación (aunque no expresa) del derecho a la sindicalización de los trabajadores, que son las conquistas democráticas básicas de la democracia occidental.

La aceptación del sentido común  de que la acción política  colectiva es obsoleta o que “pone en peligro nuestra incipiente democracia”, se ha convertido en el opio de esta sociedad, que la fragmenta y la hace incapaz de reaccionar resueltamente contra el presente estado de cosas.

Explica, además, el hecho de que a pesar de que el actual gobierno ha roto todos los récords de escándalos de corrupción, de saqueo al erario, de falta de voluntad para limitar el auge del narcotráfico, la delincuencia y criminalidad, enfrenta un proceso electoral con perspectivas de triunfo arrollador.

Una circunstancia explicable esencialmente, porque los estrategas liberal/conservadores que hoy dirigen el PRD, en nombre del “consenso y los acuerdos” ha optado por la renuncia a las referencias ideológica y políticas que hicieron de éste, en su momento, más que un partido, un movimiento político. 

Si el PLD tiene una sólida perspectiva electoral se debe fundamentalmente a la inexistencia de una oposición que haya sabido diferenciarse política y discursivamente del partido que se supone su adversario. Ese hecho constituye la base de la realidad de la presente coyuntura política y no el mito,  como dice Wilfredo Lozano en su último artículo.

Cuando se instaura un régimen que sume una sociedad en el inmovilismo colectivo, este sólo se supera con un sólido movimiento de cuestionamiento y de protestas concretas en todos los espacios. Los procesos electorales pueden ser un óptimo momento para romper la lógica del inmovilismo, pero si a este se llega sin identidad colectiva para diferenciarse del contrario, la continuidad del régimen está garantizada.

Es ese el nudo que nos ata, es esa la lógica que debe romperse y esto sólo se logra poniendo la política en primer plano. Después del próximo 16 queda todo el tiempo para intentarlo.

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