Los resultados finales de las recientes elecciones congresionales y municipales del 16 de este mes en que el PLD obtuvo 31 de 32 senadurías, 105 diputados y 573 regidores, mientras el PRD cero senador, 75 diputados y 520 regidores, en vez de contento, producen e inducen al suscrito a profundas reflexiones y/o temores.

Por encima del partidismo abierto o embozado que todos accionamos, debe prevalecer el juicio sereno, reposado, orientado a robustecer y nutrir la civilización política y eso que en la iglesia católica denomina “aggiornamiento”, es decir, consenso para lo exquisito y bien supremo nacional.

Las causas de la humillante derrota electoral del PRD no se justifica ubicarlas en “los usos abusivos de los recursos del Estado”, un argumento manido, por que todos los gobiernos incurren en ella y lo correcto es identificar las fallas de la oposición en alcanzar las metas de preferencia en el electorado.

El PRD, se veía de lejos, lo atestiguaron todos los sondeos mercadológicos, estaba condenado a padecer una zurra electoral descomunal, como aconteció, no solo porque Miguel Vargas carece de facultades idóneas para conducir al PRD al poder, sino por el desorden imperante en la grey blanca, las reservas de candidaturas que tanto daño infligieron a los “compañeritos de las bases”, conducidos muy mal por la troika que además de Vargas integran Andy Dauhajre y Neney Cabrera, dos supinos en política generadores de irritaciones e indisciplinas, muy costosas.

El triunfo del disidente peledeísta Gilberto Serulle, a quien el pacto PLD- PRSC obligó a asilarse en el PRD y ganar la segunda alcaldía del país de Santiago de los Caballeros, concluyendo la era cuestionable de José Enrique Sued, es también una señal al presidente Leonel Fernández de que no obstante su gran liderazgo, debe aprender la lección como domeñar la disidencia para 2012.

También,  propiciar su aggiornamiento en el PLD con su silente disidencia, que la hay, aunque ni por asomo con el desorden imperante en el PRD.