En las últimas semanas en nuestra sociedad se están produciendo acciones de violencia, tanto en versiones de terrorismo de bandas incontrolables en municipios, barrios, zonas residenciales de gente de altos recursos de algunas ciudades, como de autoridades o personeros que se erigen en tales que, fuera de toda ley, se ensañan contra migrantes, con o sin papeles, en las calles, lugar de trabajo y en sus residencias. Banco Central Europeo, Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de EE. UU. se expanden en un país que ha apostado al turismo como pivote impulsor de su economía para lo cual invierte tanto dinero para crear la imagen de país seguro. Inconcebible.
La criminalidad recorre el mundo como caballo desbocado. Vivo en una zona de Arroyo Hondo, en el perímetro formando por el Club, la escuela parroquial y el Instituto de Ciegos que posiblemente es el lugar donde más asaltos se cometen por metro cuadrado del todo el país. El sábado pasado, en el parqueo del edificio donde vivo, fue asaltada una médico a punta de pistola, ahí mismo asaltaron a una sobrina mía con dos amigas, a la esposa del destacado arquitecto Marcos Barinas, a dos vecinos y a la hija de uno de ellos, todos residentes en ese edificio. En mi casa materna, a unos 40 metros, asaltaron a dos hermanas, a otra sobrina y dos veces a la señora que trabaja en mi casa. Al entrar y salir de la casa se tiene el miedo de ser asaltado. Pésima calidad de vida, hemos hecho denuncias. Tiempo perdido.
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El caso más clamoroso es el que ocurre en el municipio de Villa Mella, donde, la criminalidad se ha organizado en bandas que desafían impunemente a las autoridades nacionales. Esta situación de se ha conjugado con las incursiones de turbas que incendian casas de familias de nacionales haitianos con o sin papeles, de niñas de tres años o menos despojadas de sus madres en plena calles, al ser éstas apresadas y montadas en camiones para ser deportadas. Todo país tiene el derecho a la deportación, pero esas, entre otras, constituyen una inaceptable bestialidad.
Esas barbaridades nos enferman como nación y constituyen una afrenta para cualquier sociedad que aspire a vivir en un Estado social y de derecho y empañan la imagen del país. Desafortunadamente, algunos sectores de la intelectualidad dominicana, lejos de enfrentar las actitudes y posiciones de aquellos que incitan a autoridades y a gente común a que cometan esas atrocidades para hacer “justicia” por sus propias manos, asumen un discurso que consciente o inconscientemente las estimula. Así no se construye nación alguna, sana por lo menos. El tiempo se agota …