Descanso, respiro y dominicanidad

Descanso, respiro y dominicanidad

Necesitamos un descanso. El alma se nos empapa de tristeza e impotencia con la lluvia feroz de las justificadas quejas nacionales motivadas por las injusticias sociales, los latrocinios y las impunidades. Pero necesitamos respirar una bocanada de aire puro para no perecer de angustia. Así, no por irresponsabilidad sino hacer un momentáneo alto, levantando la vista del torbellino que nos agobia, multiforme y multidireccionado, trataré hoy de otros asuntos.

Esos dominicanos que se radican en el exterior son admirables. Trabajan esforzadamente en su gran mayoría que, naturalmente, no incluye a quienes están envueltos en el submundo de la droga y sus requerimientos o, el doloroso caso de mujeres que abandonan su país engañadas con ofertas de trabajo honrado y luego resultan prisioneras del horror de la prostitución más bajo, cruel e inmunda, ya que tenemos que reconocer que la prostitución tiene infinidad de niveles, categorías y hasta comodidades.

A los emigrantes dominicanos que me refiero es a la inmensa mayoría que mantiene una conducta intachable, hace galas de una disposición esforzada insoñable aquí por una simple razón: no existe justa retribución al trabajo. No se reconoce adecuada y compensatoriamente el esfuerzo eficiente y valioso por parte de quien contrata servicios.

Tanto la disciplina como la indisciplina son tremendamente contagiosas.

Recuerdo que hace años, arribando al aeropuerto Idlewild (luego Kennedy) en Nueva York, un amigo comentó con extrañeza la disciplina de los dominicanos, respetando su orden de llegada, en filas silenciosas. Se preguntaba: ¿Por qué no hacen eso allá? Le repuse: Porque aquí lo hacen todos, no hay un amigo del militar encargado del orden o un pariente del funcionario de aduana que otorgue preferencias. La fila es para todos y pude presenciar que personajes famosos rehusaron el privilegio de saltar su turno, por cesión complacida de quienes estaban delante. Una vez fue Bob Hope, tocado con una ancha gorra a cuadros, pantalones cortos y un palo de golf como humorístico bastón.

Es que la ley vale para todos y quienes la violan, aún sean presidentes de empresas monumentales como la Enron, si son atrapados, son puestos en manos de la justicia, que no tiene nada que ver con lo que piense o no piense el Presidente de la República o poderosos personajes de la política o la milicia.

Contrario a otras opiniones, me gusta, me halaga, me enorgullece, la dominicanidad que mantienen como estandarte los dominicanos que se radican en el exterior, y dicen: «me fui…pero no me fui», como esa joven que aparece en un anuncio de una empresa telefónica, hablando desde Nueva York. Tenemos una cuñada que hace treinta años que vive en Nueva York. Radicada en el Alto Manhattan, no habla inglés. Apenas «spanglish»: «Hace mucho cool», «tengo que mapear», «abre la window», «pide un cab», y cosas así. La primera vez que estuve en su apartamento, al decirle que quería un taxi, tomó el teléfono y dijo: «Muchacha, mándame un yellow cab a casa». Al poco rato llegaba el taxi con un dominicano al volante. Ya le conocían la voz y la dirección. Era como estar aquí. En un barrio donde todos se conocen. Creo que hay más confraternidad entre los buenos dominicanos de Nueva York y otras grandes ciudades, que entre los vecinos de los multifamiliares nacionales.

Hace pocos días, un editorial del diario El Caribe trataba el hecho de que los dominicanos que viven en España no se desprenden de sus costumbres y características y añadía que un estudio reciente demuestra que los criollos mantienen, inclusive, sus preferencias en la cocina -comen arroz con habichuelas- en un país poseedor de una amplísima oferta gastronómica. En fin, viven dominicanamente en el exterior. Aunque el periódico no critica ese mantenimiento de rasgos nacionales en el exterior, encuentra mal la persistencia en el sueño del regreso a la Patria, lo que impide incorporarse plenamente a las sociedades que les acogieron, aduciendo que al integrarse a las sociedades norteamericana, española y venezolana -entre otras- les aportará más poder político, con lo cual estarán en posibilidad de alcanzar importantes conquistas para sus comunidades y servir como grupos de presión en apoyo de la República Dominicana, como ya está ocurriendo en Estados Unidos.

Yo me felicito de esa rampante dominicanidad. ¿No han mantenido un vigor nacionalista los italianos, los chinos, muchos latinos, y antes, los emigrantes europeos?

Estados Unidos se traga y emulsiona a los inmigrantes. Steinbeck se asombraba, entre muchos otros escritores e investigadores, de ese fenómeno de absorción que «norteamericaniza» a quienes se radican en ese magnífico territorio.

No es necesario que pierdan la nostalgia de volver a su Patria. Es hermoso que la mantengan y les sirva de acicate para ascender y fortalecerse.

Como dominicanos.

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