Descender al terreno

Descender al terreno

En mi libro “Empollar huevos históricos” aparece un ensayo cuyo primer párrafo reproduzco íntegramente: “Se decía en la antigüedad latina que los reos merecedores de las mayores penas eran aquellos hombres que durante una sedición permanecían neutrales. En el mundo moderno los conflictos políticos han alcanzado una interconexión que les da carácter universal. Algunos periodistas un tanto retórico llaman a esto “un pulso político planetario”. Vivimos hoy en medio de una mayúscula, disolvente y abarcadora, actividad política que lo penetra todo. Por eso, en la hora presente, es irresponsable y cobarde permanecer neutral”.
Este escrito, publicado en el año 2001, expresaba en su título que muchos hombres de talante contemplativo estaban a punto de entrar en la olla hirviente de la política. Traje a colación un artículo del ensayista Frank Thiess, titulado “La serpiente acecha en la hierba”, porque en ese trabajo Thiess menciona unos versos de Eurípides procedentes de una tragedia perdida, de la cual, milagrosamente, sobrevivieron estas líneas: “Hombre feliz, que conoció por sí mismo/ el placer de la investigación./ Nada le arrastra hacia el/ penoso tráfago del Estado,/ nada hacia la zona donde/ impera la injusticia./ Con reflexión contempla el/ edificio que/ nunca envejece de la naturaleza eterna. A la que debe su vida y como le/ ha sido dada;/ para un ser así, todo lo que sea/ impuro/ tiene que estar lejos de su hacer/ y su pensar».
Eurípides, según se dice, tenía veinticinco años cuando murió Esquilo, el gran poeta trágico griego. Parece que Eurípides llegó a escribir unas noventa obras. De ellas han llegado hasta nuestros días dieciocho. Eurípides vivió entre 480 y 406 antes de Cristo. En una de sus obras Eurípides pone a Agamenón y a Menelao a dialogar acerca de los grandes sacrificios, personales y familiares, que era necesario realizar para ser líder entre los griegos.
Eurípides pensó mucho en los problemas del liderazgo, pues Agamenón explica a Menelao cómo opera la difamación, cómo actúan las pasiones y cuan crueles son las multitudes. Es imprescindible que, en algunas épocas, los hombres reflexivos con visión de conjunto, participen en las luchas públicas, no importa lo desagradables y perversas que puedan ser esas peleas, nunca limpias, ni bien intencionadas.

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