Descendiente de Caonabo

Descendiente de Caonabo

Julio Ravelo Astacio

El señor se convirtió en multimillonario, logrando lo que siempre aspiró: mucho dinero, poder comprarse todo lo que se le antojara. Su nuevo estatus le hacía sentir diferente, sin deudas, sus negocios marchaban bien, cuentas bancarias que se abultaban más cada día, a la familia le daba todo aquello que el dinero podía comprar.

Un día entendió que debía comprar caballos de paso fino para estar a la altura de sus nuevos amigos. Se enteró que en la Hacienda Fundación estaban vendiendo caballos de los que dejó “El Jefe”: – ¡Imagine usted, yo trepao en uno de los caballos de ese hombre! Su excitación creció cuando se enteró que entre ellos estaba un descendiente de Caonabo, de los preferidos de Trujillo.

Se levantó temprano, organizó todo, nada lo detendría hasta adquirirlo. Con asistente y guardaespaldas partió en su nuevo auto hacia San Cristóbal; le mostraron los corceles, eligió uno que hasta en el color y pasos era idéntico al padrote deseado: -Carlos, búscate un camión grande para trasladar a esta criatura.

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– Así será, eso lo resuelvo al instante.

Con el atardecer inician el retorno a casa. Él no cabe en sí mismo, tenía una belleza de caballo, y lo más importante, hijo de Caonabo, uno de los preferidos del Jefe:

–¡Cuán grande será la envidia de mis amigos al enterarse de esta increíble adquisición! y pensar que hace algunos años era un pobre jodío, pero, me ha ido bien, mis negocios, aunque no fueron muy legales me han dado mi fortuna. No debo pensar en todo lo que pasé, ni cómo lo logré, lo importante es lo que tengo.

Al caballo lo soltaron en un pequeño corral cercado con alambre de púas. Al lado, uno de sus amigos tenía una cerca con algunos animales, entre ellos una potranca, que incluso la hizo santiguar para que no le hicieran “mal de ojo”. Ella era de buen porte, inquieta, con todos los bríos, se movía haciéndose notar por el potro recién llegado. Ambos se notaron al unísono, prendados procuraban cercanía, entre ellos se interponía la valla de alambre. Ella continúa trotando y dando saltitos, con su cola estirada. Él observa entiende que la atracción es mutua, no se puede esperar más, desesperado decide embestir contra la empalizada de púas, lo hace, las púas le hincan toda la panza, otra embestida y las heridas se extienden a otras zonas de su cuerpo, una nueva embestida y dos líneas del alambre ceden, pero, dejan su rastro en el animal. Se reúne con su amada, consumado el acto, ella corre entre los pastizales con su cola levantada en señal de victoria.

El potro que ya no está en el estado de excitación de hace unos minutos retorna herido a su corral. Unos vecinos horrorizados avisan al dueño lo ocurrido. Presuroso, se dirige al lugar con la idea de que estaban exagerando, que ese potro debe seguir igualito para su satisfacción y orgullo.

Llegaron al lugar, el potro estaba herido en varias partes del cuerpo, pero la que más llamaba la atención eran las heridas en sus genitales. Las bolas han quedado expuestas, deslizándose hacia abajo, mostrando una zona blanca, sedosa en la parte anterior, en la parte posterior un hilo interminable de sangre se deslizaba.

El propietario está en crisis, no quiere creerlo, no hay cómo explicarlo. Algunos curiosos aconsejan ponerle pócimas con distintas yerbas, incluso con algunas cucarachas para evitar el tétano. Aún los veterinarios no aparecían, eran más escasos que las muelas de gallina. Pasaron unos días con alguna esperanza, esta se disipó cuando observaron la cantidad de gusanos que aparecieron en el precioso animal. Se procuró un señor que ensalmaba los gusanos y en pocos días estos “gotearían cual hojas de otoño”.

Las cosas no ocurrieron como se esperaba, el descendiente de Caonabo, ese hermoso animal murió ante un dueño incrédulo, asombrado del desenlace. Ordenó le cortaran la pata delantera derecha, que era la única blanca, la hizo lavar con cal para asegurar la posesión de su prenda en el tiempo.

Mientras cabizbajo caminaba, rumiando tristemente se dijo: -Realmente hay cosas que el dinero no puede comprar.”

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