El coronel Francisco Caamaño Deñó fue capturado con vida y luego fusilado el 16 de febrero de 1973 por orden expresa del Presidente de la República, doctor Joaquín Balaguer. En aquellos momentos de impunidad absoluta, los verdugos se jactaban públicamente del hecho.
Nadie puede negar esa realidad tras tanta evidencia acumulada durante casi cuatro décadas. Desde entonces hemos entrecruzado información para aproximarnos a la verdad. Esta apretada síntesis en el 38º aniversario debe servir para recordar a los mártires y para no olvidar a los protagonistas del crimen.
El entrenamiento del Sexto Batallón de Cazadores fue realizado por tropas especiales del Ejército de Estados Unidos con el objetivo específico de aniquilar al coronel Caamaño si osaba retornar al país. El teniente coronel Carlos Castillo Pimentel fue puesto al mando. La preparación terminó a principios de diciembre de 1972. La repatriación del grupo guerrillero tuvo lugar el 2 de febrero de 1973.
Luego de dos semanas de persecuciones y combates, el Pelotón de Reconocimiento del Sexto Batallón ascendía por la ladera del monte Cuero Duro. Allí iban Capellán, experto rastreador; Pinales Arias (El Diablón); el cabo Concepción Farías, el cabo Díaz Herrera, Rosario Cupete, Henríquez Mejía, Pedro Colón, Abreu Valdez (El Bravo), Almánzar Henríquez, Suriel Abreu, Medina Matos, Ulloa Sánchez, Fernando Castro, Tineo Ramos, Castillo Alvarado, Danilo Gómez, Martínez Arsenio, Villamán y uno apodado Media Libra.
Aproximadamente a las 11:00 de la mañana, el soldado que iba a la vanguardia hizo la señal de congelarse. A pocos metros, un guerrillero limpiaba su fusil. Sin posicionarse debidamente, el cabo Almánzar junto con los hombres de la vanguardia, comenzaron el ataque con fusiles y lanzagranadas M-79. Los guerrilleros fueron sorprendidos mientras descansaban. El coronel Caamaño fue capturado y llevado por el cabo Farías y el raso Villamán ante el primer teniente Almonte Lluberes. El cabo Farías iría entonces a dar aviso a los superiores sobre la captura de Caamaño, la muerte de Pérez Vargas y las heridas graves de Lalane José.
El botín de guerra para la tropa consistió en 15 mil dólares y, aproximadamente, 25 mil pesos. Para un soldado que ganaba mensualmente menos de cien pesos, aquello era una fortuna. Se repartió de acuerdo con el rango y el teniente coronel Castillo Pimentel recibiría mil dólares. Los alistados tocaron entre 500 y 300 pesos cada uno.
Faltando quince minutos para las 2:00 de la tarde, el prisionero fue entregado al general Beauchamps Javier y a Castillo Pimentel. Inmediatamente el Coronel ordenó atar las manos de Caamaño a la espalda. Entonces, lo maltrató físicamente. Montaron en un jeep y partieron hacia el puesto de mando en Nizaito. Allí se presentaron dos horas después el Secretario de las Fuerzas Armadas, Ramón Emilio Jiménez; el jefe del Ejército, general Enrique Pérez y Pérez, y el comodoro Francisco Amiama Castillo, quienes llegaron en helicóptero. Como escolta fungía el capitán Joaquín Pou Castro. Ellos transmitirían la orden impartida por el presidente Balaguer.
El encargado de ejecutar el fusilamiento fue el coronel Héctor García Tejada. Lo acompañaría el segundo teniente Almonte Castro, junto al cabo chofer Martínez y un sargento. Cuando Caamaño notó que el cabo Martínez, quien caminaba a su lado, se apartaba, comprendió que algo anormal sucedía. Entendió que había llegado su fin. ¿Me van a matar? ¡Viva Santo Domingo Libre, coño! fueron sus últimas palabras. Los militares dispararon y se desplomó. García Tejada lo remató con un disparo en la frente. Un alistado golpeó el cadáver con la culata del fusil.
El teniente Juventino Matos (Monguito), Jefe de Mecánica del Sexto Batallón, fue encargado de la difícil tarea de quemar los cadáveres de los tres guerrilleros. Los restos no se consumieron, por lo que fueron trasladados desde el lugar en un helicóptero pilotado por el teniente Vicente Peralta. Los restos fueron llevados hasta San Isidro y luego lanzados al mar Caribe.
Ojalá que aquellos militares que todavía respetan el juramento patriótico de servir a la patria se decidan a publicar sus experiencias y así desenmascarar a tanto criminal que se ha refugiado tras el uniforme que no es capaz de honrar. Además, porque Caamaño es el mejor ejemplo de patriotismo que pudieran tener los militares dominicanos.