Desconcierto nacional

Desconcierto nacional

El desconcierto parece condicionar el comportamiento nacional. Ejemplo de ello constituyen las principales noticias de la sección económica de este periódico del pasado viernes: La Organización Para la Cooperación y Desarrollo (OCDE) reiteró la “fragmentación y duplicación” del Estado Dominicano, al tiempo que del Congreso emana una nueva oficina para proveer de semillas agropecuarias; siguiendo el parecer que cada ocurrencia debe conducir a la creación de un mecanismo burocrático.

La OCDE concluyó que esta fragmentación obstaculiza prestación de servicios y genera una nómina desproporcionada para nuestra fiscalidad y geo-economía provocadora de déficits financiados con endeudamientos.

En lugar de avergonzarse, las autoridades se enorgullecen anunciando colocación de bonos argumentando obtención de condiciones financieras supuestamente favorables.

Desconcierta la infiltración de ilegalidades en los estamentos responsables de combatirlas, que autoridades judiciales pasen a constituir objetivos de la delincuencia, que nuestras FFAA dediquen recursos para controlar emigración hacia USA faltándole para evitar afluencia haitiana.

Que ciudadanos se dejen embaucar por espejismos financieros piramidales y que el ministerio público excuse sus omisiones en faltas de denuncias cuando para mover la acción pública basta el rumor.

La arbitrariedad es otra manifestación del desconcierto. Observamos perplejos la drasticidad del cierre de un establecimiento popular de servicios alimenticios por una deuda fiscal de cinco dígitos, mientras la evasión por informalidad provocada por reformas fiscales multiplicadoras de tributos y tasas, hacen disminuir recaudaciones en doce dígitos.

Confunde que el Ministro de Salud permita publicarse fotos vacunando niños cuando el hospital infantil almacena agua sucia que autoridades critican con propaganda masiva; que el de Obras Públicas deje desmitificar sus ejecutorias por la escandalosa y prolongada expedición de revistas para que sigan circulando vehículos destartalados; que funcionarios formulen propuestas al Gobierno como si estuvieran en la oposición; que se construye una segunda línea del Metro cuando la primera se desmorona; que se emprenden espectaculares operativos ostentosamente publicitados para hacer lo que ordinariamente debe hacerse, como controlar vehículos ruidosos y a alta velocidad; que se creen comisiones especiales y firmen convenios entre instituciones para cumplir lo que la ley le obliga.

El desconcierto se refleja en organismos descentralizados: Nuestro Ayuntamiento gastó millones en iluminar espacios no necesarios mientras los necesarios permanecen oscuros. Para la elección del rector de la UASD debió primar el rigor académico-intelectual pero se escogió con la misma parafernalia de un certamen político.
Y en actividades privadas: empresarios y sindicalistas enquistados en la seguridad social no parecen comprender el riesgo que representa la inscripción de este sistema dentro de la especulación financiera al margen de propósitos sociales que inspiraron y esperanzaron su creación.

La hora de detener estas acciones desconcertantes no debe postergarse.

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