Desconocer a Zoila

Desconocer a Zoila

Ha sido un atropello. Una vileza. Más indignante por encubierta. Tan fácil de develar el montaje. Tan infantil el lance para saber que no. Treinta años de buen decir y estar presente, canibalizados. Para satisfacción del odio y la intolerancia. Esa manera torpe de difundir falacias, para el contento de la imbecilidad adocenada y opulenta. Usurpación, robo de identidad maleva que ameritaría sanciones. Y entonces,la insistenciabuscando aprobación. El propósito de convertir en viral el ultraje, aunque el virus mate, desacredite.Apostaron a la multiplicación de la falsía. Los “me gusta” para el bulo son placenteros, casi eróticos. Y tan campantes los autores de la iniquidad. Es el retozo de la perversidad anónima. El triunfo de la cobardía. Tan sencillo descubrir que no. Saber de inmediato que Zoila Luna Rodríguez no denuesta cuando opina y denuncia. No lo hace ni lo ha hecho y no lo hará. Si después de tres décadas con presencia en los medios, el público confunde el estilo de la comunicadora y sicóloga, de nada ha servido el rigor. Confundir desparpajo urgente con esmero argumental para protestar contra la injusticia y el abuso es un agravio a la trayectoria de Zoila.La interjección devela, también descalifica. Cuando los argumentos no existen y la sinrazón modula, el latiguillo soez, resuelve. También identifica la pobreza, la escasez de razones, en una discusión o en una cruzada.Es bramido que anhela el caos y despierta admiración en la medianía, convoca la emoción y reagrupa. Sin preguntas, porque las respuestas incomodan, alteran el propósito. Nada que circunde la sensatez o se asome a la realidad, es aceptable. En el morral de la infamia caben todos. El guion está concebido de ese modo, sin apelación ni clemencia. La arrogancia dicta y la conveniencia acata y repite. Ecolalia del oportunismo rapaz y temerario. Anzuelo para la turbación, carnada para la irracionalidad. Tentar el peligro, sin temor al desborde, porque algunos quieren el desmadre. Atizan el fuego. Los incendios arrasan, igualan. Las culpas se reparten, pero la responsabilidad no.
La duda no detuvo el desafuero, expuso, eso sí, laarbitrariedad envalentonada. La estulticia enconada, avalando un manifiesto sin contexto. La malicia y el desconocimiento, todas a una, como Fuenteovejuna. Y mientras la agraviada desmentía, seguía el tropel buscando aceptación, arriesgando su nombre.Un acoso moral, con el mismo talante que el descrito por Marie France Hirigoyen, en el libro homónimo. La reincidencia del oprobio: Zoila desmintiendo y su imagen duplicada y exaltada por aliados coyunturales. Funcionó aquello del enemigo de mi enemigo, es mi amigo. Odiadores de antaño, críticos de su libertad, fingiendo admiración y cariño. No dijo lo que dicen que dijo y la obstinada mediocridad todavía insiste, para que diga lo que no dijo. Además,si ella dijera algo similar, fuera expuesto de otro modo. Alabarderos de ocasión queantes fustigaban su coraje, ese andar entre cardos y pisando rescoldos. La irreverente pasó a pía, la intrusa provinciana, devino en venerable aliada. Cambió de piel y origen. La mantilla que dejó en el colegio de la adolescencia, apareció. Inventaron escapulario y penitencia. Pretendieron usarla. En “Los Juegos de los Políticos”,Del Rey Morató, mencionauna encuesta, realizada durante la campaña electoral de Perú- año 1990-, cuando Vargas Llosa era candidato. La encuesta reveló que “la simpatía registrada a favor de su candidatura era a su persona y su carácter, no hacia su mensaje”.(página 241, Tecnos, 1997).En el caso de Zoila, sus habituales censores transformaron la antipatía,aplaudieron y aplauden, el mensaje atribuido. Golosos estupradores de honra ajena,incapaces de construir la propia, quisieron malear su historia. Una frustrante conclusión, podría ser, que ha sido inútil, intrascendente, el trabajo impecable de esta mujer. Después de tanto empeño, un vodevil de mal gusto, engaña, propicia la equivocación. Sin embargo, y a pesar de la improbable congoja, Zoila es costeña, conoce el vaivén de las mareas.Ese poder del océano que arrebata, golpea y, con la misma fuerza, devuelve.

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