Descripciones y apodos ingeniosos

Descripciones y apodos ingeniosos

El dominicano tiene gracia para describir características físicas de las personas en sentido humorístico, y para aplicar apodos.

    Un viejo amigo, huérfano de glúteos, fue objeto contínuo de burlas; alguien dijo que había empeñado las nalgas en una compraventa, y se le había perdido el recibo.

    Una joven de mi barrio San Miguel, que era estrecha de torso y anchísima de fundillos, era conocida por el apodo de nalgas de bombillo.

    La megaglúteos tuvo, en la década del cincuenta romances con varios pilotos militares, por lo que la apodaron “pista de aterrizaje”.

    Un señor de edad madura, que se posaba todas las noches en una esquina de mi barrio, enamorado de una joven del sector, y que era de baja estatura, pero de enorme capacidad pectoral, recibió el apodo de acorazado de bolsillo. Una amiga de rostro hermoso, y con buena distribución de carnes en su anatomía, tenía dientes grandes, y algunos de más fuera de nivel, por lo que fue bautizada con el sobrenombre de peine nuevo. A otra a la que se le cayeron la mayoría de las piezas dentales de la parte superior a edad temprana,  provocándole hendidura del labio en esa zona, se burlaban  en voz baja de ella usando el apelativo de boquita de santo.

    De algunas personas de bajísima estatura se dice que la cabeza le huele a pies, y escuché a alguien decir de una muchacha de talle bajito que “si disparaba una ventosidad en medio de un solar lleno de malezas, lo desyerbaba”.

    Por el contrario, de una joven hermosa de talle alto, con la que compartí aulas en mis años de estudiante universitario, se decía que cada vez que sufría ese percance intestinal, alborotaba su cabellera.

    A una mujer de mediana edad, que exhibía unos brazos musculosos, parecidos a los de las de levantadoras de pesas, la apellidaron señora Brazobán.

    Conocí a una jovencita de extrema delgadez, que además caminaba con paso lento y rostro ensimismado, que fue apodada “decaimiento”.

    No faltaron en mis años de juventud las mujeres coquetas que fueron calificadas de coleccionistas de hombres.

    De un muchacho de mi barrio, amigo de lo ajeno, se decía que era una lástima que fuera un corredor lento, porque los objetos de las casas que visitaba le caían detrás cuando se despedía, y se le  metían contra su voluntad en los bolsillos.

Resumen: el dominicano describe y apoda con gracia.

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